27 de agosto de 2010

¡Un baile!

No podía creer que fuese a asistir a uno. Me habían hablado tanto y tan bien de los bailes que estaba ansiosa por poder ir. Luces, música, vestidos elegantes… y además no iría sola, Alian me había pedido que fuese con él. Me quedé asombrada por la petición aunque sabía que lo hacía por cortesía. Que nervios...¡por fin iría a un baile!


Mi emoción aumentó cuando fui a recoger mi vestido. Había quedado muy bonito. Era sencillo, sin joyas ni telas cara, pero aun así precioso. La mujer de la tienda escogió el vestido verde claro porque quedaría muy bien con el color de mis ojos, y además resaltaría el color pelirrojo de mi cabello que habia dejado suelto sobre mi espalda.

Al llegar a la escalinata por la que debía bajar para llegara a la plaza del pueblo, me encontré una de las cosas más bonitas que había visto en mi vida. Era tal y como me lo habían descrito. Lo que nunca me hubiese imaginado es que él estaría allí, esperando al final de las escaleras. Cuando llegue a su lado me extendió la mano invitándome a ir con él. Estaba muy elegante y con lo alto que era me hacía sentir insignificante. No quería imaginarme lo roja que estaba, seguro que los nervios me jugaban una mala pasada esa noche.

Nos acercamos a la pista y comenzamos a bailar. Al principio no sabía muy bien cómo moverme y le di algún que otro pisotón, pero poco a poco nos fuimos moviendo al compás de la música. Para mi sorpresa la canción transcurrió sin graves incidentes.

Al finalizar la pieza, tocó cambiar de parejas. Se me acercó un joven bastante apuesto, pero en ese momento mi atención estaba puesta en otro sitio. Muy cerca de donde estaba bailando con el joven se encontraba el caballero con una muchacha muy guapa. Mi pareja de baile intento mantener una conversación conmigo, pero ante la evidente falta de interés por mi parte se marchó. Fue justo en ese momento cuando los vi. Alian y la muchacha se estaban dando un apasionado beso, pero no era todo, la chica lo cogió de las manos y lo apartó de la pista llevándose fuera de la plaza. En ese momento mis sentimientos eran contradictorios. Por una parte me alegraba de que el caballero hubiese encontrado a alguien con quien se sintiese a gusto, pero por la otra sentía una mezcla entre dolor y frustración. ¿Qué me ocurría?

Di una vuelta por la plaza hasta que vi al kender sentado en una de las mesas que se encontraban alrededor de la pista de baile, pero cuando llegué a la mesa vi como el caballero se acercaba hacia donde estábamos.

- Bueno... - comenzó a decir el kender. Su actitud era sospechosa - ¿Qué tal os fue con la doncella?

- ¿Cómo? – preguntó el caballero

Entonces me acerque a él y le dije lo poco caballeroso que había sido al invitarme al baile y luego dejarme plantada para irse con otra a hacer quien sabe qué. Bueno, creo que estaba bastante claro lo que habían estado haciendo.

- Esperad, nada ha sucedido, yo... – intentó explicarse el caballero, pero me di la vuelta sin dejarlo acabar.

Empezó a seguirme hasta que me cogió del brazo obligándome a darme la vuelta, y entonces me besó. Sin pensarlo siquiera lo aparte muy enfadada, ¿Cómo se atrevía a besarme después de lo que había hecho?

Me di la vuelta otra vez, pero ahora decidida a marcharme. Estaba confusa, ¿Por qué me había comportado como una niña? ¿Acaso estaba celosa? No, no podía ser eso. Si estuviese celosa significaría que estaba enamorada de Alian, pero no lo estaba… ¿O sí?

14 de julio de 2010

¿El gran error?

Almorzabamos en el Último Hogar cuando decidimos partir para ayudar a aquel infeliz. Partiríamos hacia el bosque, en busca de aquellos bandidos que habían secuestrado a la pobre damisela. Así cumpliríamos con lo que nos enconmendó Zeros: ayudar a las gentes de Solace. Entretanto, podríamos disfrutar de los bailes que se celebraban al atardecer.

Para todos tenía un significado diferente. Para Axel, bebida. Para Sharon, un glorioso baile. Y Arlie no dejaba escapar la oportunidad para acabar con mi soltería, estado que yo intentaba dejar intacto durante mucho tiempo. Una vez nos quedamos ajenos a la atención de los demás, me susurró:

- Alian, ¡es vuestra oportunidad! ¡Pídele un baile!
- ¿Que yo le pida QUÉ? - le pregunté, incrédulo.
- Ya sabeis, ¡una oportunidad única para conquistarla!

Mi rostro debió adquirir el color de la nieve que bañaban las calles de Solace, y una expresión de perplejidad total. Tanto fue, que llamó la atención de la mismísima Sharon.

- Euh.. ¿Os ocurre algo? - preguntó ella extrañada.

Arlie, a base de codazos para expresar su insistencia, logró sacar el valor para proponérselo de todavía desconozco dónde.

- Eh... ¡Ah! Yo me... me preguntaba si, si, si tendríais ¡el placer de concederme un baile!
- ... Claro, porqué no - respondió con media sonrisa. ¿O tal vez fuera mi imaginación?...

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Vagabundeamos por la ciudad esperando a la caída del sol, mientras Sharon mandaba arreglar uno de sus vestidos para asistir al baile. El resto de nosotros captamos el mensaje... o quizás parte de nosotros. Arlie y yo nos vestimos con nuestras mejores galas, mientras que Axel prefería permanecer como siempre, codeándose con las jarras. Terminaba de arreglarme cuando escuché la voz del kender decir:

- Tal vez me quede un poco grande, ¿no, Alian?

Arlie se había hecho con una de mis mejores camisolas, y la arrastraba en un intento por acomodársela. Estrujé lo que tenía en las manos y corrí hacia él.

- ¡Quítate eso y termina de arreglarte de una condenada vez! - le grité - ¡Vas a estropearme el lino!
- ¡Vaya!, ¿es lino? - preguntó en respuesta con los ojos abiertos de par en par. - ¡Fascinante!

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Fuimos a buscar a Sharon, que esperaba a que confeccionaran su vestido, y poder asistir a gusto al festejo... Entonces creí ver un ángel. Su descenso por hacia nosotros era etéreo, casi divino. Incapaz de reaccionar ante semejante belleza, deslumbrado por su leve sonrisa, agraciado por el toque del... ¿enamoramiento? ¡Por los dioses, ¿que me estaba ocurriendo?!

Tomé su mano y nos aproximamos al gran baile. Arlie fue con unos niños que coreaban alegres, mientras que Axel situó con destreza la barra y se dirigió hasta allí. Sharon y yo, nos dedicamos al baile, del que podríamos haber sido dos candiles de color rojo como señalización. Nuestra turbación y vergüenza era notable... Aunque para nada desagradable.

Cambio de parejas. Una hermosa jovencita empezó a danzar conmigo, a la vez que intentaba estrechar un vínculo a base de preguntas. Desconozco cuando la conversación cambió sus tornas (¿tal vez cuando supo de mi título nobiliario?), pero comencé a notar su cuerpo demasiado cerca. Demasiado. Ni siquera pude reaccionar cuando sus labios rozaron los míos. ¿Qué estaba pasando ahí? Me aparté de ella, y fue entonces cuando me tomo de la mano diciendo:

- Acompañadme a casa... no quisierais que caminara sola en esta oscuridad, ¿cierto?

Tuve que acceder, ya que no me permitiría que le sucediera algo. Una vez en su puerta, comenzó la batalla. Dioses, aquello fue más duro que cualquiera otra batalla. Tras varias insistencias y evasiones, logré marcharme. Voluntad, me ayudaste a no salir corriendo de allí.

Al volver, encontré a Arlie y a Sharon manteniendo una conversación. Al verme, lanzaron sobre mí cuchillos camuflados en las miradas.

- Bueno... - comenzó a decir el kender. Su actitud era sospechosa - ¿Qué tal os fue con la doncella?
- ¿Cómo? - entonces comprendí.

Todo encajaba para ellos. Mi "desaparición" del baile... mi aspecto, algo azorado... Dioses, ¿creerán alguna vez que mis intenciones son inocentes?

- Esperdad, nada ha sucedido, yo...

Mi frase se quedó a medias, ya que Sharon se volteó para marchase con enfado. Una fuerza irresistible me obligó a seguirla, no sabía por qué seguía.
Un "esperad..." surgido de mis labios sonó muy lejano, mientras la tomaba del brazo para obligarla a mirarme. Entonces fue ahí cuando besé sus tiernos labios. Durante unos segundos... hasta que la magia se rompió.

- ¡¿Pero que hacéis?! - preguntó ella, visiblemente ofendida. Se volvió a toda velocidad para caminar rápidamente hacia un punto en la oscuridad.

¿Acaso el elemento sorpresa estaba reñido con el romanticismo? Supongo que las circustancias no acompañaban demasiado. Pero tal vez nos llegara más tarde, cuando tuvimos que rescatarla del Abrevadero. Por lo que supimos más tarde, aquella zona, llena de forajidos y encapuchados malencarados, no era nada apta para jóvenes desprovistas de compañía.

9 de julio de 2010

Nueva fama en Solace

Descansamos una noche tranquila, gracias a los Dioses, bajo un techo. Cuando desperté a golpes de martillo, Sharon se encontraba ya en actividad. Y, tal y como sospechaba, Arlie seguía atado. Nada más verse libre corrió hacia la ventana y acto seguido, salió de la herrería. Nevaba. Zeros trabajaba en su yunque, y amablemente nos dejó el desayuno preparado.

Mientras observaba el paisaje nevado y planteaba mi próximo paso en esta ciudad, Sharon y Arlie se dedicaban a jugar en la nieve: creando muñecos y lanzándose proyectiles de nieve. Me recordaban a niños, los niños que todos desearíamos haber sido una vez se alcanza cierta madurez. Por ello no les reproché nada cuando Zeros se quejó de su comportamiento.

Decidimos, entre todos, descansar en aquella ciudad que parecía dechado de paz, y disfrutar también de las maravillas que la fiesta de Fin de Año podía ofrecernos. Aquella decisión tuvo preciados frutos. Arlie se maravillaba en el colorido y la variedad de artilugios que se mostraban allí. Incluso nos encontramos con algo bien curioso: un campesino, en lo alto de un wallenwood, parecía pedir ayuda desesperado. Quisimos preguntarle que le acontecía, pero los caballos nos retenían. Cuando dejamos por fin a los corceles, proseguimos la búsqueda del campesino, aunque había desaparecido de nuestra vista. Decidimos continuar nuestro camino.

Aunque, como ya debo empezar a acostumbrarme, los dioses quisieron que nos encontraramos con un nuevo conflicto.

Bárbaros, enfrentados a un comerciante. Parecía una especie de acusación, y no iba a permitir aquello, más aún sin pruebas concluyentes.

- ¡Cálmense! - exclamé irrumpiendo entre la multitud. Todos guardaron silencio, sorprendidos por mi intrusión - ¿Qué está ocurriendo aquí?

Uno de los bárbaros mostró gritó hacia la multitud, mostrando su desagrado y enfado:

- ¡Mercader, acusar nosotros robar!

Su Común fue suficientemente claro como para formarme una idea de aquello. No debo juzgar por las apariencias, pero el mercader parecía no escasear de nada, y su apariencia era demasiado segura de sí misma y poco indignada. Parecía tener a los guardias a su favor, que todavía permanecían quietos esperando a ver como acababa todo aquello.

Intenté mediar mediante el uso de la palabra, y omitiré cierto desenvaine de espadas, porque en seguida fue sustituido en atención por mi amigo Arlie: en un intento por ayudar, o eso quiero creer, se había hecho con varías piezas del carro del mercader. El dueño de este pareció hartarse de todo aquello, y nos obligó a pagar todo aquel desperfecto. La ventaja fue que se olvidó de los bárbaros y evitamos una injusticia. Podía quedarme satisfecho en aquel aspecto.

Nos alejamos para disolver el enfrentamiento y fue entonces cuando volvimos a ver a aquel campesino. Nos aproximamos hacia él, que nada más preguntarle cayó desfallecido.

En la hierba y entre sueños, murmuraba y sollozaba. Entre sueños nos dejó entrever su gran tormento:

- ... Mi hija... Devolvédmela... No os la llevéis...

6 de julio de 2010

Wallenwoods

Solace.

Una de las maravillas de nuestro mundo, especialmente importante después del Cataclismo. Ojalá pudieramos decir lo mismo de los individuos que se encargan de guardarla. Nada más llegar a las puertas, un individuo, reconocido por sus atuendos como un Buscador.

- Sed bienvenidos, viajeros. ¿Que os trae a Solace? - nos preguntó el Buscador.
- Venimos al festival, es bien conocido y queríamos disfrutarlo en su esplendor. - contesté con cautela.
- ¡Sí! ¡Y también buscamos a Paladine!¡Ups! Pero no debo decir Paladine.... - argumentó Arlie surgiendo de entre la nada.

En aquel momento, el mundo se me cayó encima. El encuentro anterior con otro Buscador no había servido de nada. De nada servía decirle a Arlie que no debía pronunciar el nombre de los Dioses Verdaderos, ya que nos iba la vida en ello. Lo cual parecía no percatarse, porque seguía jugando con aquella bola de nieve que había creado en el camino: Copito. Su incontinencia verbal podía costarnos la vida, y ahora alguien debía mediar por la situación. El Buscador mostró expresión de asombro, y se detuvo a mirarnos uno a uno. Axel guardaba silencio, tenso.

- ¿Cómo habéis dicho? - preguntó el Buscador mientras sonreía ambiciosamente - Me parece que no os he escuchado bien.

Arlie iba a abrir de nuevo la boca, pero todos en tropel nos adelantamos para salvar la situación.

- Se ha confundido, señor, no sabe lo que dice... - dejó caer Sharon, para después dejar una mirada asesina sobre Arlie.
- Por favor, señor, no tienen importancia sus palabras... - rogué a aquel individuo.
- De acuerdo... Olvidaré sus palabras, pero debéis ofrecer una contribución para los Nuevos Dioses y la causa de sus Buscadores...

Así que era aquello lo que buscaba. Debatimos la cantidad, y la oportunidad de no pagarla, pero la suerte estaba en nuestra contra. Las fuerzas de la autoridad le obedecían a él, y nosotros en cualquier momento estaríamos a su merced. Pagamos, y por fin nos dejaron entrar. El maldito Buscador, satisfecho con lo ganado, bendijo nuestra estancia y advirtió sobre su presencia. No debíamos olvidarlo.

Anochecía, y el camino había sido largo. La única posada del lugar, el Último Hogar, según nos indicaron los habitantes, debía ser nuestro refugio. Copito se encargó de hacer guardia a las puertas de la posada. Pero las desgracias todavía estaban por llegar. La posada estaba al completo, por lo que no teníamos donde dormir aquella noche. Al menos podríamos tomar algo como cena. Como espectáculo, un bardo narraba cuentos fantásticos para todos los oyentes, aunque no duró demasiado. Los Buscadores tomaron represalias al ver que el bardo narraba historias prohibidas y heréticas según su nuevo orden. Para colmo, se le arrebató su dinero.

No pude aguantar más. Golpeando la mesa, me levanté y me dirigí a detener aquella injusticia. El Buscador sonrió satisfecho: había caído en su trampa y, protegido por sus guardias, nada podía tocarle. Para después arrepentirme, me dejé llevar por la ira y desenvainé mi espada.

Los dioses quisieron que un desconocido parase todo aquello. No respondía de mis actos, y ese individo acabó con el tumulto. Pagó al Buscador y nos instó a la calma, nada podíamos hacer contra aquello. Nos marchamos del Último Hogar en un intento por buscar la tranquilidad, no sin antes hacernos con un refugio.

- Marchaos a la herreria de Zeros, el os acojerá - nos aconsejó el desconocido que era nuestro mediador - ... ¿A que estáis esperando? ¡Vamos, vamos!

Seguimos su consejo, dónde Zeros nos acogió de mal talante. Reacción natural, ya que distaba de la media noche. Nos ofreció una habitación común, que era mucho más de lo que yo podía preveer de aquella noche. Al menos, tendríamos un techo en condiciones.

- Podeis quedaros... ¡Pero atad a ese kender! - exigió Zeros con su rotunda voz.
- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? - preguntó Arlie entre la expectación y al borde de las lágrimas.
- ... Porque... ¡eres el invitado de honor!
- ¿Invitado de honor? ¡Vaya, que gran privilegio! - gritaba Arlie mientras Axel y un servidor se dedicaban a atarle.

Cuando estabamos por fin acostados y listos para dormir, podría decirse que Arlie se percató de su situación. Intentó desasirse en varias ocasiones, sin éxito.

- ¡Esto pica!... - murmuraba entre forcejeos. Pareció entonces acordarse de Zeros - ¿Señor?¡Señor! Es un privilegio ser vuestro invitado de honor, ¡pero este juego empieza a dejar de ser divertido! ¿Señor?

5 de julio de 2010

Pausa


Esperando a conocer nuevas aventuras...

13 de mayo de 2010

Hacia Solace

Desperté de golpe, sobresaltado por un mal presagio. Una mala sensación llenaba mi mente de malos augurios sobre el día que se iniciaba con el amanecer. Alcé mi súplica a Paladine, para que me diera fuerzas, pero aquel aliento divino se vio ligeramente aplastado por las duras palabras del posadero.

"No somos bien recibidos aquí, ¿no es eso? ¡Pues al menos está mañana tendréis mi presencia impuesta!" gruñí mentalmente.

Inmerso en estos pensamientos, me crucé de brazos mientras miraba al techo de mi habitación. No se me ocurría otra forma de desahogar mi frustración. Fue entonces cuando Arlie entró en la habitación, forzando la puerta innecesariamente, por lo que deduje que era una manía kender. Se acercó a mi cama y me miro cuan largo era sobre ella con mirada extrañada.

- ¿Qué haces todavía en la cama?

Bufé y me levanté. Se acabó la pequeña rabieta infantil. Mientras terminaba de colocarme mis pertrechos y el peto de la armadura, observé por la ventana la nevada que caía en el exterior. De ahí el intenso frío. Arlie y yo bajamos hacia el salón para tomar desayuno, además requería reunirme con los que se habían convertido de un modo tan repentino en nuestros compañeros de viaje.

Sharon ya estaba en pie, y nos reunimos en la misma mesa. Arlie comenzó a jugar con los cubiertos, como si se le hubiera ocurrido algo genial. Después de concebir su genialidad, me tendió un pequeño anillo más cubierto de óxido que de su metal original.

- ¡Debeis pedirle matrimonio a la joven que os pretende! ¡Este anillo os servirá, es especial porque está oxidado - exclamó entusiasmado. Lo tomé lentamente, incrédulo, tras lo cual le prometí que lo utilizaría para tal fin.

Más tarde, bajó Axel, el guerrero que permanecía en pie. Una vez reunidos todos, comencé a hablar:

- Bien... ya que decidimos viajar juntos, creo que deberíamos ponernos de acuerdo en la hora de partir. ¿Alguien conoce el estado del otro guerrero, Sheleanort?
- ... ¡Oh! La joven que atiende la posada me dijo que lo mantenían en una habitación especial, para su recuperación - había respondido después de una pausa, incomprensible, como si estuviera ausente - Y también me dijo, espero no herir tu sensibilidad, que él era el mas guapo. ¡Lo prefiere a él en vez de a ti!

Aquellas palabras bastaron para que Arlie y Sharon se enzarzaron en una discusión sobre el grado de decencia de la muchacha, el cual tendía, según ellos, hacia niveles bastante bajos. Me cubrí la cara con las manos, no sabía si reír o llorar.

- Yo en vuestro lugar no le propondría matrimonio visto lo visto... - sentenció el kender. Al menos me salvaría de sus constantes invitaciones a que abandonara la soltería.

Decidimos pues marchar, todos hacia un destino común: Solace. Sheleanort permanecería en la posada, recuperándose de sus heridas. Pagamos su ocupación y la atención médica, esperando que tuviera mayor suerte en el futuro.
Tomamos de las riendas nuestros caballos y comenzamos a caminar sobre el bosque nevado. Los caminos tenían buena fama de peligrosos, por lo que tomamos el bosque como camino, sin perder de vista las señales y los pasos de piedra. Una hora caminando y nos detuvimos alertados ante una poderosa voz que anunciaba:

- ¡ÁRBOL VA!

Esperamos a escuchar el estruendo del árbol caer, y miramos hacia el lugar señalado. Arlie advirtió ahí un foco de curiosidades y empezó a correr hacia el lugar, desoyendo todos nuestros gritos. Tal vez lo necesitara: la marcha empezaba a dejarlo alicaído. Para no perder a nuestro compañero, comenzamos a seguir sus huellas. La nieve dificulta la marcha.

Dragonlace ilustrated

Las aventuras de nuestra pequeña compañía van tomando un ritmo, y me agrada ver como se van desarrollando las cosas. Y por hacer algo divertido, quise empezar a ilustrar algunos de los grandes momentos de La Búsqueda de los Dioses Verdaderos.
Y aquí están:



La cortesía kender



El sueño de Sharon



Pintorescas presentaciones



Identidad al descubierto


Espero que disfrutárais del pequeño espectáculo. Aquel que quiera unirse, queda invitado. Resulta tan divertido como volver a jugar. Intentare tener pequeños dibujos para continuar ilustrando nuestra aventura. Y mientras tanto:

¡ADELANTE!