11 de abril de 2010

A salvo el honor

Seguía vivo gracias a aquel kender, y no podía hacer otra cosa que acercarme para agradecérselo. Lo que más curioso resultó fue su extraña reacción ante mi acercamiento: se cruzó de brazos y desvió la vista con aire ofendido. No sabía si reírme o hacer otra cosa distinta, pero solo se me ocurrió preguntar:

- ¿Que te ocurre?

Transcurrieron tan solo unos segundos hasta que me respondió:

- Se supone que sois un caballero, ¿que ha ocurrido con vuestros modales?

Reí con ganas ante aquella mordaz respuesta, y extendí gustoso la mano para decir:

- Mi nombre es Alian Brightsun.

Una corta pausa.

- ¡Yo me llamo Arlie! - la sonrisa volvió a florecer en sus labios, viva - Menudo combate, ¿eh? ¡Ha sido impresionante! Creo que lo llamaré La Justa del caballero S...

Dejé de escuchar debido al dolor y al escuchar los gemidos de mi principal contrincante. Tendido en el suelo, empezaba a despertar. Yo había resuelto la afrenta de la muchacha, había restablecido su honor. Pero ahora era decisión suya que hacer con él. Podía dejarlo morir o con vida. Al fin y al cabo, había perdido el honor. Su vida podía significar bien poco.

Alzé el cuerpo semi inerte, con la ayuda de Arlie, y lo llevamos ante la joven ofendida. Al ver nuestro estado, faltaron pocos momentos para romper a llorar. Pero se tragó las lágrimas y nos atendió a ambos como pudo. No olvidaré su gentileza y su entereza.

Mientras vendaban mis heridas, observé la posada y pude entonces percibir la ausencia de los dos guerreros con los que había compartido mesa. Quise entonces no poder escuchar nunca más. Un aullido, grito o exhalación de la garganta de un ser desconocido llegó a mis oídos desde el exterior. Me estremecí por completo, y mi interior se debatía. Quería dejarme vencer por el miedo.

Pero nos aventuramos. Arlie y yo nos atrevimos a traspasar el umbral de la posada y observar la batalla que se desarrollaba allí. Ambos guerreros luchaban con tesón, por sus vidas. Y sus contrincantes parecían ser los dueños de aquellas estridentes voces. No podía dudar, o el miedo me haría retroceder. Una leve reverencia a un enemigo que me daba la espalda, y cargué contra ellos. Lances de espada al vacio. Mi aparición parecía inútil salvo por el hecho de servir como distracción, hasta que llegó el punto en el que se detuvieron.

Escuché siseos y palabras ininteligibles desde las capuchas y vendas con las que se cubrían aquellos peligrosos individuos. Se retiraron ignorando mis esfuerzos por acabar con, al menos, uno de ellos. Desaparecieron en el bosque, tras lo cual pude ver como había caído Sheleanort, el semielfo. Yacía inmóvil y cubierto de heridas. Su compañero también estaba herido, con su espada incrustada en un ¿cadáver? Aquel cuerpo muerto permanecía inmóvil y erguido, como una estatua de piedra.

"Oh Paladine, ¿qué clase de criaturas son estas?"

Miré a mi alrededor, como acto instintivo, y solo alcancé a ver, entre la bruma del bosque, como Arlie iniciaba una persecución hacia aquellas criaturas. Solo pude gritar su nombre.

6 de abril de 2010

... Gracias

"Que el valor guíe mi mano, que el temple domine mi mente y mi espada imparta justicia"

No podía fallar. En ello me jugaba el honor, y la pérdida de este es igual a la muerte.

Salimos presurosos al exterior de la posada, pues allí resolveríamos toda la afrenta. Ellos eran tres, y yo tan solo uno. Pensé que sería suficiente. No presté demasiada atención, pero escuché levemente los pasos del kender detrás de nuestra procesión guerrera. Seguramente su curiosidad le obligaría a actuar como espectador.

Desenfundé mi espada, y me encomendé a Paladine. Dos frente a mí, uno de ellos mi verdadero objetivo. El restante, permanecía a mi costado, presto a tantear.

Reverencia. Ataque. Esquive. En cadena.

Tras mi reverencia, mi primer oponente, el ofensor de la dama, se abalanzó sobre mí. Con mi espada finté para esquivar su ataque de lleno. Quise aprovechar su guardia baja, pero su impulso fue suficiente para escapar de mi tajo. Un par de lances declararon nuestras habilidades en tablas, pues ninguno acertabamos a herir.
Uno de sus compañeros, que permanecía a mis espaldas, se lanzó sobre mí con aire traidor. Su espada fue certera y mi espalda recibió la herida. Victorioso se creyó, hasta que recibió en su mandíbula el golpe de mi empuñadura. Aquello bastó para tumbarle y dejarle incosciente.

Respiré profundo y miré al cielo un instante.

"Ayúdame, Paladine... no quiero morir"

Primera reacción de mi mente fue avergonzarme de aquel pensamiento, pero no podía negar las súplicas que dictaba mi aliento de vida.

Fueron segundos los que se llevaron esos pensamientos, pues enseguida regresé a la batalla.

Lanzé mi espada en un medio giro, pues uno de mis enemigos volvía a atacarme desde la espalda. No pude guiarme siquiera en aquel ataque, pero de su pecho brotó la sangre. Cayó al suelo, lamentándose y gimiendo de dolor. Lo contemplé durante unos instantes, para después abalanzarme sobre aquel malnacido que atormentaba a la joven. Podía cumplir mi palabra. La muchacha volvería a dormir tranquila y mi honor quedaría impune.

Como lanzas, nos mostramos mutuamente la punta de nuestras espadas. Aquello era vencer o morir.
Ignoro exactamente lo que pasó, salvó que mi espada había hendido en su cuerpo. Lo había herido de gravedad, y cayó inerte. Aquello había acabado.
Me derrumbé por fin, sintiendo intensamente el dolor de mis heridas y magulladuras. Escuché entonces un pequeño grito cerca de mí. Alcancé a ver tan solo como la cabeza de aquel hombre al que dejé incosciente caía de nuevo sobre el suelo. Y Arlie permanecía justo al lado, sosteniendo su jupak como si fuera el más inocente sobre todo Ansalon.

Tuve que reírme. Para él, todo aquello sería como un juego. Pero me había salvado.
Aunque todavía permanecía allí el herido que aún estaba consciente, no se veía con mucho ánimo luchador. Sus movimientos pertenecian a un escapista, un escapista muy veloz.

- ¡Que los dioses te guarden si vuelvo a verte aparecer! ¡¡Corre!! - le grité como último ataque. Y éste se apremió en obedecer, gracias a Paladine.

Me volví hacia Arlie, que rebuscaba entre los bolsillos del caído.

- Gracias, Arlie.

2 de abril de 2010

La justa del caballero Sin Nombre.

¡Vaya, al final me aceptaron para la misión, aunque no se por qué les cuesta tanto aceptar a un kender! Lo mejor que les pueden pasar a unos viajeros es encontrarse con un kender en sus caminos, se molestan por nada en fin...

¡Una misión! ¡Una misión! Debíamos escoltar algo, ¿pero qué? ¡Un arca de oro! ¡No, mejor! ¡A una princesa que se dirige presta a su reino lejano!
-Dime una cosa...kender- ¿kender? ¿acaso debería llamar a la gente por el nombre de su raza? ¿Y si fuera la manera más educada? - Si te salvo la vida, ¿qué me darías?

¿Qué? Uno de los guerreros que iban a participar en la misión me preguntó sin previo aviso esto. La verdad es que no entendí la pregunta, pero tenía pinta de ser alguien extraño...¡y eso me intriga!
-¡Pues te daría las gracias! O como mucho tendrías mi lealtad de kender.
No pareció muy contento, volvió a sus pensamientos y me dejaron entrar en el grupo.
¡Bah! Lo mejor que puedes tener en tu vida es la lealtad de un kender. Él se lo pierde. Mi anterior emisor se retiró y pidió ron. Ron... ¿que era eso? Debía probarlo. Todos me miraron boquiabiertos cuando lo pedí y se echaban las manos a la cabeza en cuanto me lo bebí de un trago. Quemaba, y mucho.



¡Por todos lo Dioses! De repente, ¡un gigante había cogido la posada y le estaba dando vueltas estando llena de gente!


Aunque, por mucho que me esforcé, no veía la mano del gigante por la ventana, solo veía el suelo. Lástima...


¡Ya sé! ¡Tuvo que ser aquella cosa que bebí! ¡Aquello que llaman...ron! ¡Debe ser un alucinógeno extraño! ¡Incluso una poción mágica! Es posible, de repente me sentía realmente activo. Pero la posada seguía dando vueltas y nadie parecía darse cuenta.
-¡No se está quieto!
-¡Que alguien lo ate de pies y manos!
-¡Hey, esa cosa es mía, maldito kender!
-¡Atadlo, atadlo!


¡De repente me sentí atrapado! ¡Pero la posada seguía dando vueltas y vueltas! ¡Magia! Los rostros pasaban una y otra vez y solo reconocía al caballero sin nombre, con el que sabía que acababa de hablar, pero no recordaba el qué. Bah, seguro que estaba ansioso por escuchar mis historias. Intenté levantarme, pero no se como, una cuerda me atrapaba a una silla. ¿Sería prisionero del gigante? La verdad es que se estaba haciendo pesado con las vueltas, y ya no solo eso, ya me hacía ver doble. ¡Cáspita! Parecia que hubiera un ejército en el interior de la posada. De repente me encontré increíblemente mal.
-¡Será asqueroso!
-¡Esa cosa ha vomitado!
-¡Que alguien eche a ese monstruo de aquí!

A pesar de que escuchaba eso, no me encontré con ningún monstruo asqueroso, y no creo que se refiriesen a mí, ¡con lo educado que soy, por todas mis barbas! Diría un enano. Uff, de repente me encontraba vació, sin náuseas...¡me encontraba increíblemente bien! El caballero me desató, ya que la casa había dejado de dar vueltas. El gigante se habría marchado.



¿Y ahora qué?

¡Ah, por fin una cara conocida! Ahí seguía la del caballero sin nombre, ofreciendome una jarra con algo que no identificaba que era...¡Quizás la poción que hizo huir al gigante! Miré el interior de la taza...¿qué era eso? Olía de forma peculiar, quizás no era un brebaje mágico:

- ¿Qué diantres es esto, agua sucia? - le dije todavía mareado por culpa del gigante que le daba vueltas a todo.
- Si, es agua sucia - respondió el caballero con un poco de impaciencia - ¡Bébetelo!
- ¡Fantástico! ¡Nunca había probado el agua sucia de esta región! Aunque realmente no sé en que puede diferenciarse del resto...

Intenté concentrarme y ponerme serio. Pero nada, ¡que no había manera! Aquella agua sucia (con perdón del posadero, si está leyendo las líneas de un servidor) me sentó más o menos bien, pero sabía a rayos. Aunque... ¿cómo deberían saber los rayos...?

El caballero habló con su amada, la camarera (la ligera de cascos), los otros dos guerreros que iban a acompañarnos en la misión de escolta (de la cual no me enteré de mucho) y charlaban muy poco animados...lo cual no me llamó mucho la atención, la verdad; la otra chica tampoco parecía querer hablar. De repente me encontré al caballero hablando con un tipo que no presentaba demasiado buen aspecto. No parecía que acabaran de hacer migas. El ruido de la taberna me impidía seguir la historia del caballero. ¡No debía perder el hilo argumental! ¡Sería catastrófico para seguir tejiendo la historia del futuro caballero! Quise acercarme, pero el taburete se volvió contra mí, ¡había crecido y me retenía preso en las alturas! Sería dificil bajar sin tirar la silla, al menos, ya no estaba atado. Miré a mi alrededor la anterior amada del caballero miraba angustiada. ¡Quizás se pelean por su amor! Seguro que ella espera que el caballero salga victorioso de la justa porque si no...debía irse con el otro, que tenía un aspecto lamentable. Salieron por la puerta...unos matones escoltaron al desalmado que pretendía quitarle la dama al caballero. Fuera iban a librar una justa...¡y yo no me la iba a perder por nada del mundo!

Reflexiones

Quise matar el tiempo lo suficiente como para que Arlie recuperara la sobriedad. Un kender sobrio puede resultar cargante, pero, en nuestra situación, un kender borracho, podía resultar incluso peligroso. Intenté sonsacarle a mi amigo toda la información que pudiera poseer. Una parte de mí desconfiaba, pero la otra se inclinaba a confiar en él.

"¿Por qué iba a mentir acaso sobre la existencia de los Dioses Verdaderos?"

No encontré respuesta alguna a esto, por lo que decidí a partir de entonces ser muy cauto con la información que Arlie deseaba compartir. En algunos lugares, murmullos de su presencia pueden ser inocuos. En el resto, desconozco la reacción, y prefiero no arriesgarme.

Decidí volver a la taberna, donde quizás podría despejarle con una taza de café hirviendo. Pero lo que jamás podré olvidar, será la reacción de cuando lo alzé para llevarlo... Prefiero no mentarlo siquiera. Lo único bueno de aquella experiencia fue que expulsó gran parte del alcohol que había consumido. Cuando vió ante él aquel brebaje oscuro, me preguntó asqueado:

- ¿Qué diantres es esto, agua sucia? - todavía estaba borracho.
- Si, es agua sucia - respondí con hastío - ¡Bébetelo!
- ¡Fantástico! ¡Nunca había probado el agua sucia de esta región! Aunque realmente no sé en que puede diferenciarse del resto...

Me eché las manos a la cabeza, no quería escuchar más. Los enormes guerreros seguían en la barra, ocupados en compartir las grandes hazañas que en su día acontecieron, y de las que, por supuesto, ellos fueron héroes.

A menudo me resulta extraña, incluso ajena, la condición humana. Buscamos la gloria y el placer para el propio individuo. Ignoramos, a menudo adrede, que tenemos el poder para cambiar las cosas. Si tenemos el poder para alcanzar la gloria, ¿por qué no querer hacerla ajena? Miro a Arlie, con su curiosa manera de ser. Por su comportamiento me deja ver que su única ambición es conocerlo todo en este mundo. Y no deja de compartir sus conocimientos, no posee ningún sentimiento de avaricia...

Divagué demasiado en mis propios pensamientos, pero no lo suficiente como para captar las señas de mi conocida camarera. Le pedí una cerveza y acudió con gran prontitud. De sus labios se escaparon estas palabras temblorosas:

- ¿Ve aquella mesa, caballero? ¡Es él! Por favor, ayúdeme

Volví a atusarme el bigote, gesto incosciente de reflexión, y tragué un poco de mi cerveza.

Había llegado la ocasión de luchar por el bien ajeno, de luchar por el honor.