16 de febrero de 2010

Encantado, euh...¡Hey, no me habéis dicho vuestro nombre!

¡Jus! Desde tan cerca cada vez se hacía más probable que aquel mostacho estuviera pegado a un caballero de solamnia. ¿Pero que haría tan lejos de su hogar? ¿Estaría en alguna cruzada? ¿de misión? ¿buscando algo? ¡Ya sé! ¡Buscaba la lanza de Huma para acabar con un poderoso enemigo que mantenía a una bella damisela encerrada en lo alto de la más alta torre de un oscuro castillo custiodado por un poderose y maléfico dragón. ¡Como las historias de la abuelita! Solo hay una pega, que los dragones no existen. Ojalá no fueran cuentos para asustar a los niños ¡Como me gustaría ver todo un ejército de dragones surcar el cielo sobre mi copete! Ains...como hecho de menos a la abuelita, sé perfectamente lo que me hubiera contestado.
"Arlie, ten cuidado con lo que deseas, podría hacerse realidad" me diría pegándome una palmada en la nuca y luego añadiría por lo bajo para que no la escuchara: "Aunque tiene que ser algo realmente excitante", después agitaría la cabeza negativamente al notar que la seguía escuchando. Desde luego, ese no es un comentario que me echara para atrás, sino que me llevó a desearlo con más fuerza si cabe.


En fin, a lo que iba, el caballero: bueno, no lo descarto, pero también es posible que le hubieran echado de casa sus papás. Muy glorioso no era su aspecto, la verdad. O también pudiera ser que le invitaran a marcharse siempre a la ciudad más próxima, como a un servidor. El caso era, que esa capa raída no podía ocultar esa armadura. El señor caballero me miraba con los ojos totalmente abiertos, esperando una reacción por mi parte con un guantelete llevado a la barbilla. ¡Cáspita! Casi se me olvidaba hablar.
-Mi nombre es Arlie-expliqué tendiendo mi poderosa mano de kender y mostrando la mejor de mis sonrisas-.Eso que llevas puesto es una armadura, ¿me equivoco?
¡Claro que no me equivocaba! He visto demasiadas armaduras, ya sean de guardias, soldados, alguaciles, sargentos, centinelas y de algún que otro alferez. Solo era una pregunta de cortesía.
- ¿Una armadura de caballero? - volví a inquirir - Porque eres un caballero, ¿me equivoco?
¡No pude esperar la respuesta!¡Tenía que salir de dudas ya!
-¡Sois un caballero!
Las jarras dejaron de chocar, los pulsos se dejaron a media fuerza, y las risas, los voceríos y la música cesaron a la par. La tensión inundaba la atmósfera. Supongo que era cuestión de tiempo que la gente se levantara a trompicones y se pelearan por conocer a un mismísmo caballero de Solamnia. Pero nadie dijo, ni hizo nada. Las miradas volvieron a las jarras y la música volvió a sonar, pero había un poco de fastidio en el aire.
¿Acaso había dicho algo malo? Imposible.
Me fijé en el caballero, estaba tan blanco como Solinari en creciente. Desviaba la mirada y murmuró:
-Aún no.



...




¡INTERESANTÍSIMO!

Podía estar ante un posible nuevo Huma. Un guerrero sin título, pero todo un caballero de corazón. Defensor de los débiles, victorioso campeón de gestas, firme contra las injusticias, siempre orando a la amada y a su dios Paladine: ¡todo un caballero andante!
¡Necesitaría mi ayuda! Necesita que alguien le busque su linaje noble en el árbol genealógico, necesitaría saber dónde pone los pies, necesitaría que alguien contase pareados de sus gestas... ¡conocería a Paladine!
Por último y más importante: necesitaría una brillante inteligencia como la mía, siendo modestos, claro.
¡Que orgullosa estará la abuelita Storyteller cuando vuelva todo hecho un hombrecito y mis historias dupliquen las suyas! Y eso sin mencionar el hecho de que encontraría a Paladine, dios de la Luz. Podría convencerle de que me presente a sus colegas dioses, a Thakisis, por ejemplo.

Una muchacha que pasaba con una bandeja clavada en su cadera no paraba de mirar al caballero. No paraba de morderse el labio, pero al final se decidió a acercarse, yo miraba al caballero de arriba abajo. Le examinaba, no parecía tener una gran historia, pero, aparte de que no hay que fiarse de las apariencias, su historia acababa de comenzar.

- Perdonadme, señor... ¿es cierto que sois caballero? - apenas se atrevía a mirarlo, él la observaba, intentando averiguar sus intenciones.
Parecía cortada, ¿estaba sonrojada? no lo sé. ¡Por Reorx! ¡La amada ya estaba aquí!
- ¿Por qué lo preguntáis? - le respondió el caballero, yo giraba mi cabeza y observaba a quién hablaba, como mero espectador de un deporte, no quería perderme ni un gesto, ni un detalle.
- Veréis... si es cierto que sois caballero, necesito vuestra ayuda. Os lo ruego....

¡Una dama en apuros! Bueno, no había ningún dragón guardián por ahí, pero algo era algo.

- De acuerdo, habladme de vuestro problema.
- Reuníos conmigo en vuestra habitación, os esperaré allí dentro de unos momentos - antes de que se retirara, murmuró: - ... Gracias

¡Un segundo! ¿En su habitación? A lo mejor no estaba en apuros si no que...¡Estaba prendida del caballero desde que atravesó las orladas y firmes puertas de la magnífica y poderosa estancia para viajeros de Haven!
Demasiado maquillada (que no inventada) la historia, pero me gusta.
Aunque...la damisela era un poco ligera de cascos, también muy descarada. Pero...¿quién era yo para juzgar a los personajes de esta historia de amor?
¡Un momento! ¿Los caballeros mantenían votos de castidad? Debía averiguarlo. Di un salto hasta el punto de tener todo mi cuerpo de cintura para arriba sobre la mesa, acercando mi cara a la del caballero en actitud confidencial.
-Ummh...¿los caballeros tenéis voto de castidad?
Si antes estaba pálido, ahora estaba muerto.
¡¿No estaría ante un caballero condenado a muerte por amor que había vuelto de ultratumba para que sea correspondido?!
¡Dios mío! ¡Esto cada vez es más interesante!
-¡¿Qué?!-fue lo único que pudo articular el caballero.
La idea del caballero muerto maldito era plausible, pero no debía lanzarme, no era posible que me hubiera equivocado, pero debía ser educado.
- Señor, ¡no debéis desaprovechar esta oportunidad! ¡Esa joven está enamorada! ... A no ser que... No mantendréis voto de castidad, ¿verdad?¡Ah, pero no sois caballero aún!-le di un codazo-debéis aprovechar y daros una última alegría al cuerpo.

Se levantó resoplando y se fue. Debía tener ganas de irse con esa señorita porque subió rapidamente las escaleras que daban a los dormitorios.
Miré mi pinta y mi estofado de patatas. La historia del caballero prometía, y mucho.

Pero...¿el caballero me había dicho su nombre?

¡Hey!



15 de febrero de 2010

Encantado, Arlie

- Mi nombre es Arlie - sonrisa feliz - Eso que llevas ahí es una armadura, ¿verdad?

Mire a ese kender con mirada desquiciada, tan desquiciada como la suya. Asentí con gesto cansado, sin saber por que lo hacía.

- ¿Una armadura de caballero? - volvió a inquirir - Porque eres un caballero, ¿me equivoco?

Desvié la mirada, y en un gesto totalmente incauto, respondí a media voz:

- Aún no.

La Fortuna en mi contra quiso que a mi lado pasara una de las jóvenes que trabajaban en la taberna. Su gesto fue bastante notable cuando escuchó mis palabras: se detuvo en seco para asimilar esa información.
El kender seguía atosigandome a preguntas, más con la mirada que con su incontinencia verbal. Mientras, la joven se acercaba a nosotros para tomar nuestros respectivos brebajes.

- Perdonadme, señor... ¿es cierto que sois caballero? - apenas se atrevía a mirarme, mientras que yo estaba deseoso de observar sus ojos para descubrir sus motivos.
- ¿Por qué lo preguntáis? - le respondí.
- Veréis... si es cierto que sois caballero, necesito vuestra ayuda. Os lo ruego....

El tono de su voz resaltaba más su necesidad que sus mismas palabras.

- De acuerdo, habladme de vuestro problema.
- Reuníos conmigo en vuestra habitación, os esperaré allí dentro de unos momentos - antes de que se retirara, murmuró: - ... Gracias

Mi primer impulso fue sumirme en mis pensamientos, pero tan solo fue posible durante unos pocos segundos. El kender, que resultaba impune a todo método de ocultación y secretismo, había seguido nuestra conversación. Recordando, notaba de reojo los movimientos de su cabeza: se asemejaba a un espectador de juegos de críos. Siguiendo los movimientos, de un lado a otro, como si fuera la pelota de juegos.

Aquel brillo había reaparecido en su mirada.

- Señor, ¡no debéis desaprovechar esta oportunidad! ¡Esa joven está enamorada! - enunciaba exaltado.

Ni siquiera puedo imaginarme mi gesto de incredulidad al escucharle.

- ... A no ser que... - Arlie se acercó a mi en un intento de confidencialidad - No mantendréis voto de castidad, ¿verdad?

Aquello fue el colmo. Me levanté resoplando, cansado de tantas emociones de vez. Tratar con un kender resulta agotador, pero me guardé de ofenderle más todavía. Tenía un compromiso, aunque desconocía de que se trataba.

Subí las escaleras para encontrarme con ella. Y la sorpresa que me llevaría no sería poca.

Aquel que no respeta las normas de respeto, hacia cualquier tipo de ser, no lo merece de ninguno de los modos

10 de febrero de 2010

La pista de Paladine


¡Buaf! ¡Menuda lluvia! ¡Es maravillosa! ¡Nunca me había calado una lluvia tan helada como la de esa noche! Aún así, tampoco era plan acaparar toda la lluvia para mí, sería una descortesía por mi parte. ¿Qué es eso? ¡Música! La inconfundible música de una cálida y bienvenida taberna. Mis pies lo pedían a gritos, así que decidí pasar la noche en esa taberna de paso a Haven, no sin dejar algún charco sin chapotear en mi camino. Llegué alegremente hasta tener mis ojos a la altura del pomo de la puerta. La música se escuchaba ahogada desde el interior por una serie de instrumentos de percusión que iban totalmente a destiempo, sonaban como tortas y puñetazos, pero debía ser el estilo musical y particular de Haven. ¡Qué cosa más peculiar!
Golpeé en la puerta a pesar de ser una taberna abierta, después de todo, soy un ser educado y no se sabe nunca si interrumpes nada importante. Los golpes de percusión seguían sonando, incluso hacían música haciendo romper botellas de vidrio, y algún que otro grito de ¿dolor? Náah, debía ser un cantor borracho de taberna.
Abrí la puerta y el calor del lugar me llegó, bueno, más bien el calor de una pelea bestial. ¡No eran instrumentos de percusión! ¡Eran puñetazos, tortas, guantazos, soplamocos, mojicones, trompadas, mamporros, galletas, trompazos, bofetones, moquetes y sopapos por doquier!

Suspiré...¡Era la típica pelea de taberna!¡Qué recuerdos! Y encima...¡No la había provocado yo! La noche prometía.
Observé la pelea hasta que comencé a ver golpes muy duros y a una señorita asustada bajo una de las mesas. Decidí llegar a la barra y acabar con aquello, pero...¡solo mido 120 centímetros! Aquello era un mar de hebillas de cinturones y barrigas cerveceras. Tendría que parar la pelea ahí mismo usando la jupak.
¡¿Qué?! ¿Qué no sabeis lo que es una jupak? ¿Pero en qué mundo vivís, querido lector? Os lo explicaré de una manera que hasta un ogro lo entienda,¡sin animos de ofender a los lectores ogros!

Veréis, la jupak es un gran invento que solo se nos podría apropiar a nuestra magnífica raza. Es una vara que consiste en estar rematada por una pieza de cobre que acababa en punta afilada y el extremo superior se bifurca la vara en dos, sosteniendo una honda de cuero, que al moverla de determinada manera, hace un ruido maravilloso. Aunque también he de decir que a otras razas les parece literalmente "un lastimero y horripilante aullido".
¡Las nuevas sendas requieren una jupak! Qué gran verdad.

En fin, era el momento de hacer sonar la jupak. El silbido de mi instrumento se hizo estruendoso y no tuvieron más remedio que dejar la pelea para ver que demonios estaba pasando. Sus caras al verme fueron de total...¿horror? No, debían ser imaginaciones mías. La pelea acabó y los nobles borrachines se invitaron a rondas de cerveza después de las tortas y a tocar música ya más suavecita. Pero hasta que no se sentaran todos no vería la barra. Me acerqué a una hebilla de cuero negro y tiré de los pantalones que pertenecían a un orondo señor.
-Señor, ¿me permite?-la cara de mi receptor se crispó y echó mano a sus sacos y pertenencias-¿Podría decirme dónde se encuentra la barra?
-Claro...-dijo el receptor entornando los ojos.-Esta...¡Fuera! En la calle.
-¡Cáspita! ¡Una barra que se encuentra fuera de la posada!¡Haven tiene que ser muy peculiar!¡Gracias señor!-dije brincando hacia la puerta.

Salí, seguía lloviendo. La puerta se cerró tras mi espalda, y escuché el sonido inconfundible de una puerta cerrándose con llave. Bueno, daba igual, la barra estaba fuera.
No soy de juramentos, porque no es de muy buena educación jurar a las bravas, pero os juro que busqué la dichosa barra en la calle. ¡Ni siquiera un elfo la habría encontrado un día soleado! Hasta miré debajo de una solitaria roca. Nada.
¡Claro! ¡Qué estúpido por mi parte! ¡La barra no está fuera porque está lloviendo! Debieron haberla metido dentro de la posada para que no se mojase, sería una pena que se estropease y tuvieran que gastar dinero para comprar otra. Tenía que entrar y avisar al amable señor de que no había barra fuera, vaya que quisiese tomar algo y cogiese un resfriado. Intenté volver a la taberna ¡Cachis! Cerraron la puerta, cierto... No importa, tengo un juego de ganzúas que me regalaron al cumplir mi mayoría de edad. Un momentito y...¡voilá!

Ahora sí estaba todo en calma, incluso se veía la taberna entera, ya que estaban todos sentados, ¡allí estaba la barra! Me dirigí alegremente hacia ella y de un espectacular salto de kender me subí en un alto taburete. El tabernero limpiaba en círculos una jarra con un trapo y me miraba como si hubiera mirado un fantasma. Me llevé una gran desolusión, no encontré ningún fantasma detrás de mí.
-Saludos tabernero. Póngame una finta y un plato típico de Haven.
Ante mí apareció una finta y un plato de estofado de patatas.
"Eso es típico...pero no de Haven, si no de cualquier taberna"
Encima me quería cobrar de más, debía haberse equivocado, pero bueno, como no me gustan las disputas...

-Le doy este medallón a cambio de la comida.
La camarera que pasaba por allí cerca se sobresaltó.
-¡Ese medallón es mio!
-¿Sí? Pues deberías tener más cuidado de dejar las cosas por ahí. Si no fuera por mí, lo habrías perdido.

La gente echa de menos las cosas cuando las pierde, y claro, si un servidor las recoge, se mosquean. La gente no hay quien entienda a los humanos. Pagué aquella comida y fui a sentarme. No parecía haber mucho sitio, además la gente no parecía muy amistosa. Había un hombre con una capa raída, armadura abollada...¡Un mostacho enorme!
¡Era inconfudiblemente un caballero! ¿De Solamnia? Algo así, un día tendré que pasarme por allí.
El caso es que...podría ser una pista.


La pista de Paladine...

9 de febrero de 2010

Nuevos viajeros

El silencio se hacía abrumador, y la espera para que la hechicera guardara su arma y volviera a su sitio se hizo eterna. Aún se tardaron varios minutos en que volviera el bullicio natural. Entretanto, dos nuevos viajeros se agregaron a la clientela de la ya atestada taberna, aunque apenas les presté atención. Hasta más tarde.

Los dos nuevos viajeros, fornidos y aguerridos a primera vista, cometieron el mismo error que yo: la damisela hechicera volvía a pasearse entre los borrachos del local, exponiendose a nuevos abusos de confianza.

- ¿Estáis seguro de que la dama quiere acompañaros? - inquirió uno de los guerreros.
- ¡Meteos en vuestros asuntos! Es mi hermana, ¿cierto? -respondía con sorna el que mantenía entre sus garras a la hechicera - ¿Qué mejor para estar que la familia?

Tras unos pocos lances de malas palabras, la lluvia de golpes no tardó en caer. No solo los nuevos agresores y viajeros, sino la taberna al completo. Todo por aquella mujer. Empezaba a creer del todo la mala fama que tiene la magia.

"Que Paladine nos proteja" pensé abrumado.

Avergonzado de mi mismo, reconozco que yo también me esmeré en hacer sangrar a mis oponentes. Todo era un caos a nuestro alrededor, inclusive la maldita puerta de entrada. Para mi asombro momentáneo, ninguna criatura, visible a mis ojos, entró cuando se abrió la puerta. ¿Qué demonios llevaba mi cerveza?

Algunos golpes castigaron mi mandíbula, y en el momento justo en el que parecían olvidarse de mí, recordé a la joven hechicera. La encontré escondida bajo una de las mesas, y opuso grande resistencia cuando la saqué de allí.

Para colmo de males, un terrible aullido de origen desconocido irrumpió en todo el lugar, deteniéndo casi por completo aquella pelea de todos contra todos. Lo único que restaba de aquello era que los borrachos desfallecieran ante los golpes. Por fin, cuando se cansaron de aquel jaleo, alzaron sus copas para brindar e invitar a aquellos desgraciados a los que quizás habían arrancado algún que otro diente.

Me senté de nuevo en mi lugar, viendo como la hechicera volvía a entrar y aquellos dos aguerridos caballeros buscaban su lugar. Aquella noche se hacía agotadora, y deseaba que acabara de una bendita vez.

- Señor, ¿me permite? - escuché preguntar a una voz a la que no encontraba dueño - ¿Podría decirme dónde se encuentra la barra?
- Claro... - contestaba el tabernero a aquella voz - Está... ¡Fuera! En la calle.
- ¡Cáspita! ¡Una barra que se encuentra fuera de la posada! ¡Haven tiene que ser muy peculiar¡ ¡Gracias, señor!

Mis ojos se abrieron de par en par al descubrir a un kender hablando con el tabernero. A la vez que abría los ojos por la sorpresa, la acción instintiva de todos aquellos que detectaron su presencia fue cerrar fuertemente sus bolsillos y anudar bien sus sacos.

El kender salió buscando aquello que le indicó aquel tipo. De veras que jamás entenderé a estas criaturas tan peculiares. Tan inocentes y a la vez tan pícaras en sus travesuras. Lo siguiente fue que mi mente sufrío una especie de aturdimiento hasta que me percaté de que el mediano recién llegado se sentaba frente a mí. Yo era el "elegido" para pasar con él lo que quedaba de noche hasta que me retirara a mi dormitorio. Detecté un brillo especial en su mirada, a la vez excitada y esperanzada.

"Paladine, ¡dame fuerzas!"

Siguiendo la pista de un Dios.


¡Por fin! ¡Haven! ¡Qué alegría para mis enormes y peludos pies! Ojalá no haya tenido que dejar al pobre Trotacolinas con los enanos. Fueron bastante amable por su parte dejarme el mismísimo pony del mismísimo capitán Breakstars ¡Un héroe de guerra de la mismísma guerra de los enanos! Aunque...no parecen tener mucha memoria esos enanos, casi ninguno (excepto curiosamente su vendedor) de ellos no conocían a ese tal capitán Breakstars. Supongo que son tan duros de mollera como me imaginaba ¡Fascinante! Aunque ahora que lo pienso, según lo que dijo el vendedor,ese pony...¡¡Debe tener cientos de años!!
¡Cáspita! Debía haber pagado el doble a ese generoso vendedor enano. Me ayudaron mucho, incluso me pegaron una patada en el culo para que llegase más rápido a Haven.

En realidad no sé qué espero encontrar en Haven, pero un sendero nuevo, es un sendero nuevo. Y aún no he encontrado ni rastro de otros Dioses Verdaderos. Se lo han montado bastante bien esos señores, señoras y señoritas divinidades para que nadie los encuentren. El conocimiento de la existencia del dios Reorx me llevó hasta los enanos de las montañas. Se ve que no había nadie en casa, porque no me abrieron las puertas de sus murallas, debían estar de vacaciones, o durmiendo la siesta. Después sí que estuve un tiempo entre los enanos de las colinas, no me dijeron nada claro de donde podía estar Reorx, aunque algunos coincidían que si un kender lo estaba buscando, estaba lejos, muy lejos de donde me encontraba en ese momento.
Alguno que otro señalaba al cielo estrellado, no me dijeron dónde podía estar...¡pero sí que me contaron una fantástica historia! Reorx tenía su propia forja en el cielo estrellado, una estrella roja y solitaria, y a veces, bajo nuestro suelo, sigue forjando el mundo a martillazos.

¡Por Reorx! ¿A qué es genial? Este tipo de historias y anécdotas que me contaba hace tiempo mi abuelita Storyteller en Kendermore son las que me llevó a buscar a los Dioses Verdaderos: Paladine, el dios de la Luz; La Reina de la Oscuridad, que a veces se presenta como un dragón de cinco cabezas dicen...¡Cinco cabezas!¿A qué es maravilloso?
Algunos se rieron con mi abuelita, ¿o de ella?no, debía de ser con ella...el caso es que no creían sus historias de Dioses Verdaderos. Todos decían que nos abandonaron...pero mi abuelita piensa que fue al revés. Nosotros abandonamos a los Dioses...¡Qué historia tan buena! ¡Aún puedo estar a tiempo a pertenecer a ella y que mi nombre aparezca escrito en un rinconcito de el gran libro del mundo!
El caso es que la gente (ya sean kender o algún humano con jaqueca) no estaban de acuerdo con la abuelita Storyteller, ¡y par mí la abuelita es casi hasta mejor que el tío Saltatrampas, fíjate lo que te digo! Tengo que demostrar que ella tiene razón. En cuanto cumplí la mayoría de edad y me regalaron mi primer juego de ganzúas, partí de Kendermore, como todo hijo de vecino kender a ver aquél maravilloso mundo que había que ver hasta el más ínfimo rincón. Decidí buscar a esos Dioses de luz y oscuridad, otros grises, esos que la abuelita Storyteller llamaba Dioses Verdaderos.
No son como esos dioses nuevos que hay ahora, aunque la verdad es que no los conozco a ninguno personalmente ¡Aunque estaría encantado por conocer a un Dios Nuevo, no digo que no! Pero creo que son un poco tímidos, no se dejan ver. Aunque los Verdaderos tampoco es que sean muy fiesteros.

Estuve un tiempo siguiendo la pista de Reorx, y he conocido mucho sobre él gracias a los enanos. Descubrí que en Haven hay una especie de Buscadores de dioses...¡Como yo!¿No es genial? Y ya que me pillaba cerca, y que me gasté casi todo mi dinero en alquilar al pony Trotacolinas, pues ¿Por qué no?

Todas las rutas deben ser recorridas. Allí puede que encuentre la pista de otro dios, Paladine, quizás. Esto seguro de que será una gran aventura digna de contar.

8 de febrero de 2010

Un encuentro mágico


Aquella noche parecía que todas las criaturas del cielo, divinas o demoníacas, lloraran por todos los males de este mundo. Mi pobre montura sufría abatida todos los obstáculos del camino, pero no pensaba martirizarla más.
La música alegre llegaba lejana a mis oídos, prometiendome un poco de descanso y un poco de agua. Mi camino se había hecho largo. Acostumbrado a las pocas comodidades que me permitía mi rango, lanzarse al camino a caballo y espada se antojaba a todos una auténtica locura. Pero seguía sin hacerseme cómodo las miradas extrañadas ante mi corpulenta figura y mi capa ajada.

Parecía un pequeño pueblo, por lo poco que pude ver, y bastante concurrido. Gran decisión: no había quién se atreviera a salir más tarde a mi llegada. Suponía un suicidio.

Los que serían mis compañeros de salón aquella noche concurrían y maldecían a aquella mala noche.

- ¡Mal rayo parta al que se le ocurrió cantar y provocar noche tan aciaga!
- ¡Pregúntale a Akel! Tan feliz y canturreando siempre... ¡algún día tenía que caer esta tempestad!

Oculté mi media sonrisa a medias penas, mientras buscaba alguna mesa libre en la que reposar por fin. Encontré un lugar en el que podía sentirme a gusto, alejado de todo aquel escándalo. Pero una figura que parecía más veloz que el rayo se me adelanto.
Un gruñido hosco me sirvió como invitación para desaparecer de ese lugar, así que no tarde en irme. No buscaba problemas, tan solo serían un estorbo en mi viaje.

Observaba todo aquello con la mayor tranquilidad. No podría moverme en bastante tiempo. Pero todo aquello tendría su punto de emoción cuando llegó aquella muchacha. Su capa estaba igual de empapada que la mía, solo que destacaba por su fuerte color púrpura. Se descubrió, y cuando dejó caer sus primeras palabras con el tabernero, comenzaron las burlas.

No solo había atraído mi atención. Me acompañaban en ella unos caballeros de aquellos a los que la sociedad debiera tener amaestrados hasta poderse comportar como verdaderos humanos. Sus voces de por sí ya eran estridentes, y me hervía la sangre cuando osaron tocarla.

Asiéndola de la cintura, decía con burlesca:

- ¡Acércate, preciosa! ¿Qué hacías tan lejos de aquí?

Sus compañeros reían aquella fanfarronada, mientras que ella intentaba zafarse.

- ¡Suéltame!
- ¡Vamos, no te hagas de rogar!

No quise soportalo más. Me acerqué con vigor, cortando a medias sus risas.

- Creo que la señorita quiere que la dejen en paz - dije con rabia contenida mientras me miraban con ojos sorprendidos, debido a su borrachera.

- Vamos, ¡no seais así! Ella quiere, ¿verdad?

La mirada de aquella joven fue suficiente respuesta, obviamente, ignorada. Siguieron con su juego hasta que la muchacha decidió acabar: de su túnica tomó una varita de magia que empuñaba con decisión.

El silencio se hizo en la taberna. Todos volvimos a nuestras respectivas jarras, un servidor incluido. Todo aquello que fuera magia era temido, pues la magia no provenía ya de los dioses.

Para todo Ansalon, ellos nos habían abandonado.

Introtius


En ocasiones el camino se hace realmente largo, pero no debemos dejar que nuestra voluntad flojee o se quiebre. Tenía una misión muy importante, aunque no estuviera totalmente definida: debía cumplirla para la honra de lo que alguna vez fue y quiero creer que sigue siendo. Poco me importaba a la hora de partir si caía en el camino; tal vez podía servir como instrumento para que los verdaderos elegidos pudieran encontrar el Camino.

Es todo aquello que da sentido a nuestra vida, por lo que luchamos cada día. Porque en el interior de todos nosotros, incluso en el corazón de los incrédulos, brilla la Luz.

La Verdadera Luz, aquella que guía nuestros pasos hacia los Dioses Verdaderos.

Permíteme, oh, Paladine, ser merecedor para encontrarte e inclinarme ante tu divinidad.

6 de febrero de 2010