27 de agosto de 2010

¡Un baile!

No podía creer que fuese a asistir a uno. Me habían hablado tanto y tan bien de los bailes que estaba ansiosa por poder ir. Luces, música, vestidos elegantes… y además no iría sola, Alian me había pedido que fuese con él. Me quedé asombrada por la petición aunque sabía que lo hacía por cortesía. Que nervios...¡por fin iría a un baile!


Mi emoción aumentó cuando fui a recoger mi vestido. Había quedado muy bonito. Era sencillo, sin joyas ni telas cara, pero aun así precioso. La mujer de la tienda escogió el vestido verde claro porque quedaría muy bien con el color de mis ojos, y además resaltaría el color pelirrojo de mi cabello que habia dejado suelto sobre mi espalda.

Al llegar a la escalinata por la que debía bajar para llegara a la plaza del pueblo, me encontré una de las cosas más bonitas que había visto en mi vida. Era tal y como me lo habían descrito. Lo que nunca me hubiese imaginado es que él estaría allí, esperando al final de las escaleras. Cuando llegue a su lado me extendió la mano invitándome a ir con él. Estaba muy elegante y con lo alto que era me hacía sentir insignificante. No quería imaginarme lo roja que estaba, seguro que los nervios me jugaban una mala pasada esa noche.

Nos acercamos a la pista y comenzamos a bailar. Al principio no sabía muy bien cómo moverme y le di algún que otro pisotón, pero poco a poco nos fuimos moviendo al compás de la música. Para mi sorpresa la canción transcurrió sin graves incidentes.

Al finalizar la pieza, tocó cambiar de parejas. Se me acercó un joven bastante apuesto, pero en ese momento mi atención estaba puesta en otro sitio. Muy cerca de donde estaba bailando con el joven se encontraba el caballero con una muchacha muy guapa. Mi pareja de baile intento mantener una conversación conmigo, pero ante la evidente falta de interés por mi parte se marchó. Fue justo en ese momento cuando los vi. Alian y la muchacha se estaban dando un apasionado beso, pero no era todo, la chica lo cogió de las manos y lo apartó de la pista llevándose fuera de la plaza. En ese momento mis sentimientos eran contradictorios. Por una parte me alegraba de que el caballero hubiese encontrado a alguien con quien se sintiese a gusto, pero por la otra sentía una mezcla entre dolor y frustración. ¿Qué me ocurría?

Di una vuelta por la plaza hasta que vi al kender sentado en una de las mesas que se encontraban alrededor de la pista de baile, pero cuando llegué a la mesa vi como el caballero se acercaba hacia donde estábamos.

- Bueno... - comenzó a decir el kender. Su actitud era sospechosa - ¿Qué tal os fue con la doncella?

- ¿Cómo? – preguntó el caballero

Entonces me acerque a él y le dije lo poco caballeroso que había sido al invitarme al baile y luego dejarme plantada para irse con otra a hacer quien sabe qué. Bueno, creo que estaba bastante claro lo que habían estado haciendo.

- Esperad, nada ha sucedido, yo... – intentó explicarse el caballero, pero me di la vuelta sin dejarlo acabar.

Empezó a seguirme hasta que me cogió del brazo obligándome a darme la vuelta, y entonces me besó. Sin pensarlo siquiera lo aparte muy enfadada, ¿Cómo se atrevía a besarme después de lo que había hecho?

Me di la vuelta otra vez, pero ahora decidida a marcharme. Estaba confusa, ¿Por qué me había comportado como una niña? ¿Acaso estaba celosa? No, no podía ser eso. Si estuviese celosa significaría que estaba enamorada de Alian, pero no lo estaba… ¿O sí?

14 de julio de 2010

¿El gran error?

Almorzabamos en el Último Hogar cuando decidimos partir para ayudar a aquel infeliz. Partiríamos hacia el bosque, en busca de aquellos bandidos que habían secuestrado a la pobre damisela. Así cumpliríamos con lo que nos enconmendó Zeros: ayudar a las gentes de Solace. Entretanto, podríamos disfrutar de los bailes que se celebraban al atardecer.

Para todos tenía un significado diferente. Para Axel, bebida. Para Sharon, un glorioso baile. Y Arlie no dejaba escapar la oportunidad para acabar con mi soltería, estado que yo intentaba dejar intacto durante mucho tiempo. Una vez nos quedamos ajenos a la atención de los demás, me susurró:

- Alian, ¡es vuestra oportunidad! ¡Pídele un baile!
- ¿Que yo le pida QUÉ? - le pregunté, incrédulo.
- Ya sabeis, ¡una oportunidad única para conquistarla!

Mi rostro debió adquirir el color de la nieve que bañaban las calles de Solace, y una expresión de perplejidad total. Tanto fue, que llamó la atención de la mismísima Sharon.

- Euh.. ¿Os ocurre algo? - preguntó ella extrañada.

Arlie, a base de codazos para expresar su insistencia, logró sacar el valor para proponérselo de todavía desconozco dónde.

- Eh... ¡Ah! Yo me... me preguntaba si, si, si tendríais ¡el placer de concederme un baile!
- ... Claro, porqué no - respondió con media sonrisa. ¿O tal vez fuera mi imaginación?...

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Vagabundeamos por la ciudad esperando a la caída del sol, mientras Sharon mandaba arreglar uno de sus vestidos para asistir al baile. El resto de nosotros captamos el mensaje... o quizás parte de nosotros. Arlie y yo nos vestimos con nuestras mejores galas, mientras que Axel prefería permanecer como siempre, codeándose con las jarras. Terminaba de arreglarme cuando escuché la voz del kender decir:

- Tal vez me quede un poco grande, ¿no, Alian?

Arlie se había hecho con una de mis mejores camisolas, y la arrastraba en un intento por acomodársela. Estrujé lo que tenía en las manos y corrí hacia él.

- ¡Quítate eso y termina de arreglarte de una condenada vez! - le grité - ¡Vas a estropearme el lino!
- ¡Vaya!, ¿es lino? - preguntó en respuesta con los ojos abiertos de par en par. - ¡Fascinante!

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Fuimos a buscar a Sharon, que esperaba a que confeccionaran su vestido, y poder asistir a gusto al festejo... Entonces creí ver un ángel. Su descenso por hacia nosotros era etéreo, casi divino. Incapaz de reaccionar ante semejante belleza, deslumbrado por su leve sonrisa, agraciado por el toque del... ¿enamoramiento? ¡Por los dioses, ¿que me estaba ocurriendo?!

Tomé su mano y nos aproximamos al gran baile. Arlie fue con unos niños que coreaban alegres, mientras que Axel situó con destreza la barra y se dirigió hasta allí. Sharon y yo, nos dedicamos al baile, del que podríamos haber sido dos candiles de color rojo como señalización. Nuestra turbación y vergüenza era notable... Aunque para nada desagradable.

Cambio de parejas. Una hermosa jovencita empezó a danzar conmigo, a la vez que intentaba estrechar un vínculo a base de preguntas. Desconozco cuando la conversación cambió sus tornas (¿tal vez cuando supo de mi título nobiliario?), pero comencé a notar su cuerpo demasiado cerca. Demasiado. Ni siquera pude reaccionar cuando sus labios rozaron los míos. ¿Qué estaba pasando ahí? Me aparté de ella, y fue entonces cuando me tomo de la mano diciendo:

- Acompañadme a casa... no quisierais que caminara sola en esta oscuridad, ¿cierto?

Tuve que acceder, ya que no me permitiría que le sucediera algo. Una vez en su puerta, comenzó la batalla. Dioses, aquello fue más duro que cualquiera otra batalla. Tras varias insistencias y evasiones, logré marcharme. Voluntad, me ayudaste a no salir corriendo de allí.

Al volver, encontré a Arlie y a Sharon manteniendo una conversación. Al verme, lanzaron sobre mí cuchillos camuflados en las miradas.

- Bueno... - comenzó a decir el kender. Su actitud era sospechosa - ¿Qué tal os fue con la doncella?
- ¿Cómo? - entonces comprendí.

Todo encajaba para ellos. Mi "desaparición" del baile... mi aspecto, algo azorado... Dioses, ¿creerán alguna vez que mis intenciones son inocentes?

- Esperdad, nada ha sucedido, yo...

Mi frase se quedó a medias, ya que Sharon se volteó para marchase con enfado. Una fuerza irresistible me obligó a seguirla, no sabía por qué seguía.
Un "esperad..." surgido de mis labios sonó muy lejano, mientras la tomaba del brazo para obligarla a mirarme. Entonces fue ahí cuando besé sus tiernos labios. Durante unos segundos... hasta que la magia se rompió.

- ¡¿Pero que hacéis?! - preguntó ella, visiblemente ofendida. Se volvió a toda velocidad para caminar rápidamente hacia un punto en la oscuridad.

¿Acaso el elemento sorpresa estaba reñido con el romanticismo? Supongo que las circustancias no acompañaban demasiado. Pero tal vez nos llegara más tarde, cuando tuvimos que rescatarla del Abrevadero. Por lo que supimos más tarde, aquella zona, llena de forajidos y encapuchados malencarados, no era nada apta para jóvenes desprovistas de compañía.

9 de julio de 2010

Nueva fama en Solace

Descansamos una noche tranquila, gracias a los Dioses, bajo un techo. Cuando desperté a golpes de martillo, Sharon se encontraba ya en actividad. Y, tal y como sospechaba, Arlie seguía atado. Nada más verse libre corrió hacia la ventana y acto seguido, salió de la herrería. Nevaba. Zeros trabajaba en su yunque, y amablemente nos dejó el desayuno preparado.

Mientras observaba el paisaje nevado y planteaba mi próximo paso en esta ciudad, Sharon y Arlie se dedicaban a jugar en la nieve: creando muñecos y lanzándose proyectiles de nieve. Me recordaban a niños, los niños que todos desearíamos haber sido una vez se alcanza cierta madurez. Por ello no les reproché nada cuando Zeros se quejó de su comportamiento.

Decidimos, entre todos, descansar en aquella ciudad que parecía dechado de paz, y disfrutar también de las maravillas que la fiesta de Fin de Año podía ofrecernos. Aquella decisión tuvo preciados frutos. Arlie se maravillaba en el colorido y la variedad de artilugios que se mostraban allí. Incluso nos encontramos con algo bien curioso: un campesino, en lo alto de un wallenwood, parecía pedir ayuda desesperado. Quisimos preguntarle que le acontecía, pero los caballos nos retenían. Cuando dejamos por fin a los corceles, proseguimos la búsqueda del campesino, aunque había desaparecido de nuestra vista. Decidimos continuar nuestro camino.

Aunque, como ya debo empezar a acostumbrarme, los dioses quisieron que nos encontraramos con un nuevo conflicto.

Bárbaros, enfrentados a un comerciante. Parecía una especie de acusación, y no iba a permitir aquello, más aún sin pruebas concluyentes.

- ¡Cálmense! - exclamé irrumpiendo entre la multitud. Todos guardaron silencio, sorprendidos por mi intrusión - ¿Qué está ocurriendo aquí?

Uno de los bárbaros mostró gritó hacia la multitud, mostrando su desagrado y enfado:

- ¡Mercader, acusar nosotros robar!

Su Común fue suficientemente claro como para formarme una idea de aquello. No debo juzgar por las apariencias, pero el mercader parecía no escasear de nada, y su apariencia era demasiado segura de sí misma y poco indignada. Parecía tener a los guardias a su favor, que todavía permanecían quietos esperando a ver como acababa todo aquello.

Intenté mediar mediante el uso de la palabra, y omitiré cierto desenvaine de espadas, porque en seguida fue sustituido en atención por mi amigo Arlie: en un intento por ayudar, o eso quiero creer, se había hecho con varías piezas del carro del mercader. El dueño de este pareció hartarse de todo aquello, y nos obligó a pagar todo aquel desperfecto. La ventaja fue que se olvidó de los bárbaros y evitamos una injusticia. Podía quedarme satisfecho en aquel aspecto.

Nos alejamos para disolver el enfrentamiento y fue entonces cuando volvimos a ver a aquel campesino. Nos aproximamos hacia él, que nada más preguntarle cayó desfallecido.

En la hierba y entre sueños, murmuraba y sollozaba. Entre sueños nos dejó entrever su gran tormento:

- ... Mi hija... Devolvédmela... No os la llevéis...

6 de julio de 2010

Wallenwoods

Solace.

Una de las maravillas de nuestro mundo, especialmente importante después del Cataclismo. Ojalá pudieramos decir lo mismo de los individuos que se encargan de guardarla. Nada más llegar a las puertas, un individuo, reconocido por sus atuendos como un Buscador.

- Sed bienvenidos, viajeros. ¿Que os trae a Solace? - nos preguntó el Buscador.
- Venimos al festival, es bien conocido y queríamos disfrutarlo en su esplendor. - contesté con cautela.
- ¡Sí! ¡Y también buscamos a Paladine!¡Ups! Pero no debo decir Paladine.... - argumentó Arlie surgiendo de entre la nada.

En aquel momento, el mundo se me cayó encima. El encuentro anterior con otro Buscador no había servido de nada. De nada servía decirle a Arlie que no debía pronunciar el nombre de los Dioses Verdaderos, ya que nos iba la vida en ello. Lo cual parecía no percatarse, porque seguía jugando con aquella bola de nieve que había creado en el camino: Copito. Su incontinencia verbal podía costarnos la vida, y ahora alguien debía mediar por la situación. El Buscador mostró expresión de asombro, y se detuvo a mirarnos uno a uno. Axel guardaba silencio, tenso.

- ¿Cómo habéis dicho? - preguntó el Buscador mientras sonreía ambiciosamente - Me parece que no os he escuchado bien.

Arlie iba a abrir de nuevo la boca, pero todos en tropel nos adelantamos para salvar la situación.

- Se ha confundido, señor, no sabe lo que dice... - dejó caer Sharon, para después dejar una mirada asesina sobre Arlie.
- Por favor, señor, no tienen importancia sus palabras... - rogué a aquel individuo.
- De acuerdo... Olvidaré sus palabras, pero debéis ofrecer una contribución para los Nuevos Dioses y la causa de sus Buscadores...

Así que era aquello lo que buscaba. Debatimos la cantidad, y la oportunidad de no pagarla, pero la suerte estaba en nuestra contra. Las fuerzas de la autoridad le obedecían a él, y nosotros en cualquier momento estaríamos a su merced. Pagamos, y por fin nos dejaron entrar. El maldito Buscador, satisfecho con lo ganado, bendijo nuestra estancia y advirtió sobre su presencia. No debíamos olvidarlo.

Anochecía, y el camino había sido largo. La única posada del lugar, el Último Hogar, según nos indicaron los habitantes, debía ser nuestro refugio. Copito se encargó de hacer guardia a las puertas de la posada. Pero las desgracias todavía estaban por llegar. La posada estaba al completo, por lo que no teníamos donde dormir aquella noche. Al menos podríamos tomar algo como cena. Como espectáculo, un bardo narraba cuentos fantásticos para todos los oyentes, aunque no duró demasiado. Los Buscadores tomaron represalias al ver que el bardo narraba historias prohibidas y heréticas según su nuevo orden. Para colmo, se le arrebató su dinero.

No pude aguantar más. Golpeando la mesa, me levanté y me dirigí a detener aquella injusticia. El Buscador sonrió satisfecho: había caído en su trampa y, protegido por sus guardias, nada podía tocarle. Para después arrepentirme, me dejé llevar por la ira y desenvainé mi espada.

Los dioses quisieron que un desconocido parase todo aquello. No respondía de mis actos, y ese individo acabó con el tumulto. Pagó al Buscador y nos instó a la calma, nada podíamos hacer contra aquello. Nos marchamos del Último Hogar en un intento por buscar la tranquilidad, no sin antes hacernos con un refugio.

- Marchaos a la herreria de Zeros, el os acojerá - nos aconsejó el desconocido que era nuestro mediador - ... ¿A que estáis esperando? ¡Vamos, vamos!

Seguimos su consejo, dónde Zeros nos acogió de mal talante. Reacción natural, ya que distaba de la media noche. Nos ofreció una habitación común, que era mucho más de lo que yo podía preveer de aquella noche. Al menos, tendríamos un techo en condiciones.

- Podeis quedaros... ¡Pero atad a ese kender! - exigió Zeros con su rotunda voz.
- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? - preguntó Arlie entre la expectación y al borde de las lágrimas.
- ... Porque... ¡eres el invitado de honor!
- ¿Invitado de honor? ¡Vaya, que gran privilegio! - gritaba Arlie mientras Axel y un servidor se dedicaban a atarle.

Cuando estabamos por fin acostados y listos para dormir, podría decirse que Arlie se percató de su situación. Intentó desasirse en varias ocasiones, sin éxito.

- ¡Esto pica!... - murmuraba entre forcejeos. Pareció entonces acordarse de Zeros - ¿Señor?¡Señor! Es un privilegio ser vuestro invitado de honor, ¡pero este juego empieza a dejar de ser divertido! ¿Señor?

5 de julio de 2010

Pausa


Esperando a conocer nuevas aventuras...

13 de mayo de 2010

Hacia Solace

Desperté de golpe, sobresaltado por un mal presagio. Una mala sensación llenaba mi mente de malos augurios sobre el día que se iniciaba con el amanecer. Alcé mi súplica a Paladine, para que me diera fuerzas, pero aquel aliento divino se vio ligeramente aplastado por las duras palabras del posadero.

"No somos bien recibidos aquí, ¿no es eso? ¡Pues al menos está mañana tendréis mi presencia impuesta!" gruñí mentalmente.

Inmerso en estos pensamientos, me crucé de brazos mientras miraba al techo de mi habitación. No se me ocurría otra forma de desahogar mi frustración. Fue entonces cuando Arlie entró en la habitación, forzando la puerta innecesariamente, por lo que deduje que era una manía kender. Se acercó a mi cama y me miro cuan largo era sobre ella con mirada extrañada.

- ¿Qué haces todavía en la cama?

Bufé y me levanté. Se acabó la pequeña rabieta infantil. Mientras terminaba de colocarme mis pertrechos y el peto de la armadura, observé por la ventana la nevada que caía en el exterior. De ahí el intenso frío. Arlie y yo bajamos hacia el salón para tomar desayuno, además requería reunirme con los que se habían convertido de un modo tan repentino en nuestros compañeros de viaje.

Sharon ya estaba en pie, y nos reunimos en la misma mesa. Arlie comenzó a jugar con los cubiertos, como si se le hubiera ocurrido algo genial. Después de concebir su genialidad, me tendió un pequeño anillo más cubierto de óxido que de su metal original.

- ¡Debeis pedirle matrimonio a la joven que os pretende! ¡Este anillo os servirá, es especial porque está oxidado - exclamó entusiasmado. Lo tomé lentamente, incrédulo, tras lo cual le prometí que lo utilizaría para tal fin.

Más tarde, bajó Axel, el guerrero que permanecía en pie. Una vez reunidos todos, comencé a hablar:

- Bien... ya que decidimos viajar juntos, creo que deberíamos ponernos de acuerdo en la hora de partir. ¿Alguien conoce el estado del otro guerrero, Sheleanort?
- ... ¡Oh! La joven que atiende la posada me dijo que lo mantenían en una habitación especial, para su recuperación - había respondido después de una pausa, incomprensible, como si estuviera ausente - Y también me dijo, espero no herir tu sensibilidad, que él era el mas guapo. ¡Lo prefiere a él en vez de a ti!

Aquellas palabras bastaron para que Arlie y Sharon se enzarzaron en una discusión sobre el grado de decencia de la muchacha, el cual tendía, según ellos, hacia niveles bastante bajos. Me cubrí la cara con las manos, no sabía si reír o llorar.

- Yo en vuestro lugar no le propondría matrimonio visto lo visto... - sentenció el kender. Al menos me salvaría de sus constantes invitaciones a que abandonara la soltería.

Decidimos pues marchar, todos hacia un destino común: Solace. Sheleanort permanecería en la posada, recuperándose de sus heridas. Pagamos su ocupación y la atención médica, esperando que tuviera mayor suerte en el futuro.
Tomamos de las riendas nuestros caballos y comenzamos a caminar sobre el bosque nevado. Los caminos tenían buena fama de peligrosos, por lo que tomamos el bosque como camino, sin perder de vista las señales y los pasos de piedra. Una hora caminando y nos detuvimos alertados ante una poderosa voz que anunciaba:

- ¡ÁRBOL VA!

Esperamos a escuchar el estruendo del árbol caer, y miramos hacia el lugar señalado. Arlie advirtió ahí un foco de curiosidades y empezó a correr hacia el lugar, desoyendo todos nuestros gritos. Tal vez lo necesitara: la marcha empezaba a dejarlo alicaído. Para no perder a nuestro compañero, comenzamos a seguir sus huellas. La nieve dificulta la marcha.

Dragonlace ilustrated

Las aventuras de nuestra pequeña compañía van tomando un ritmo, y me agrada ver como se van desarrollando las cosas. Y por hacer algo divertido, quise empezar a ilustrar algunos de los grandes momentos de La Búsqueda de los Dioses Verdaderos.
Y aquí están:



La cortesía kender



El sueño de Sharon



Pintorescas presentaciones



Identidad al descubierto


Espero que disfrutárais del pequeño espectáculo. Aquel que quiera unirse, queda invitado. Resulta tan divertido como volver a jugar. Intentare tener pequeños dibujos para continuar ilustrando nuestra aventura. Y mientras tanto:

¡ADELANTE!

3 de mayo de 2010

Unificación

- Creo que estais... causando muchos problemas en la zona - habló el posadero con voz grave, su mirada era prudente - Los muchachos de aquí creemos que deberíais marcharos.

Me quede estupefacto. ¿Acaso tenían idea de lo que habíamos evitado ahí fuera?

- No somos responsables de los forajidos que llegan aquí creando problemas - respondí con tesón - Intentamos descansar para después partir.
- De igual modo, no sois bienvenidos aquí... - repuso el posadero.

Mensaje captado: debíamos marchar a otro lugar. Arlie estaba de acuerdo, pues estaba entusiasmado en seguir el camino que marcó la adorable anciana. Y también estaba entusiasmado contemplando algo que ocultaba en sus múltiples bolsillos, pero no quise preguntar. Arlie también había dedicado un tiempo a preguntar a la hechicera por alguno de sus trucos, pero ella negaba tener algún vínculo con la magia. Al final, mi amigo desistió

Los dos soldados aún se reponían de sus heridas, y la hechicera, tras su rescate y pequeño debate, se había acomodado para descansar. Mientras nosotros emprendimos el camino. Aunque era realmente tarde, no quería permanecer más tiempo allí. Arlie estaba un poco desilusionado, hasta que...

- Esta anocheciendo, no podremos seguir con esta oscuridad - dije al no poder divisar unos pocos pasos en mi camino
-¡Claro que si! - escuché a Arlie rebuscar entre sus bolsillos, con mil cachivaches con menor o mayor utilidad - ¡Mira! ¡Luz!

Alzó una pequeña vara que despedía luz de un extremo. Quedé sorprendido ante ese prodigio, pero reconocí en seguida la varita mágica de la hechicera. Conecté ideas y tuve que tomar cartas en el asunto.

- ¡Arlie! ¡Esa varita no es tuya! - le reprendí.
- ¿Qué? No es suya, ¡ella dice que no es una hechicera! - replicó con afán - Y si no hace magia, no la necesitará...

Tuve que reconocer la lógica de su argumento, y hasta estuve tentado en darle la razón, pero conseguí convercerle de volver y devolverle la varita a su dueña. El kender farfullaba molesto, pero encontró la solución.

- ¡Se la devolveré si ella me muestra un truco de magia! ¡Eso haré!

Reí y estuve de acuerdo. Cuando Arlie le mostró su varira a la hechicera, se mostró realmente sorprendida. Parecía no haberse percatado de su ausencia.

"Realmente hábil, este kender..." pensé.

Al final, mi amigo quedó engañado. El mismo truco que Arlie sabía hacer, es el que le fue mostrado. El pobre quedó desilusionado ante aquello, pero creo que quedó compensado. Hablamos con la hechicera, llamada Sharon, y acordamos continuar viaje juntos. No sabíamos hasta que punto seguiríamos unidos, pero es posible que Arlie viera satisfecha su curiosidad. Nos preparabamos para marchar hacia la oscuridad, una vez fuera de la posada, cuando Axel, aquel guerrero que cuidaba de su amigo, se nos acercó con tajantes y claras palabras.

- Mi amigo y yo iremos con vosotros.

Todos quedamos estupefactos durante unos instantes, hasta que una luz llamó nuestra atención. Arlie se había hecho de nuevo con la varita, y repetía el truco que había aprendido.

- ¡Tú eres capaz de algo mejor! - gritó Arlie hacia Sharon - ¡Sorpréndeme!

Sharon recuperó la varita refunfuñando, e iluminó la oscuridad del exterior con las luces del arcoiris. Aunque magia, seguía siendo muy hermoso. Arlie contemplaba el espectáculo realmente asombrado.

Aquello podía significar muchas cosas: seguridad en el camino, nuestro amigo kender con muchas distracciones y, ¿quién podía saber?, una compañía.

Al rescate

Aún sentía en mi interior la fuerza y el calor humano de aquella anciana, jamás podría olvidarlo. Pero debía abandonar aquella tranquilidad por un estado de alerta. Un grito nos llegó desde las profundidades de los bosques, y mi deber era socorrer a aquel que necesitara ayuda.

Arlie, ya sanado, siguió mis pasos allá por donde nos guiara la voz. No demasiado lejos, descubrimos un pequeño claro. Una pequeña fogata casi extinta, algunos pertrechos esparcidos y, por fin, nuestros objetivos. Reconocí a la hechicera, atada a un árbol en contra de su voluntad y aterrorizada. Tuve que retirar la vista desde mi escondite, la pobre muchacha estaba semi desnuda por aquel desalmado.

Arlie seguía a mi lado, esperando. Nos concentramos en el captor y trazamos un pequeño plan. Le indiqué por señas que rodeara el pequeño claro para atacarlo de distintos flancos. Preparé la señal para que se moviera, pero antes de que me percatara, el kender había desparecido. Apareció en el lugar acordado.

"Bendito sea el sigilo de esta criatura" pensé con aprobación.

Aquel desalmado captor reía con crueldad, ¿qué horribles torturas estaría planeando para su presa? Mi espada desenvainada, indiqué a Arlie de que actuara como distracción para soltar a la hechicera, o tal vez sorprenderlo con la guardia baja. Pero jamás atacar por la espalda.

Me disponía a entrar en acción, cuando para sorpresa de todos, escuchamos la voz estridente de Arlie, con toda la fuerza de sus pulmones:

- ¡¡Ejército de las Sombras, SALID!!

A pesar de saber quién emitía esas palabras, me consideré el más sorprendido ante aquella reacción. Arlie sacudía ramas y hojas, creando un ejército de las Sombras a gran velocidad. Para que tuviera éxito, imité sus acciones. Queríamos rodearlo y tal vez hacerlo huir.

No pudimos tener mejor resultado. Aquel hombre soltó su destartalada arma y salió huyendo con una velocidad pasmosa. Arlie reía, contento y divertido. Mientras, un servidor desataba a la dama en apuros, sin atreverme a alzar la mirada hasta que cubriera su cuerpo.

- Pero bueno, ¿se puede saber dónde estabais? ¡Llevo mucho tiempo desaparecida, ¿es que acaso nadie se percató de ello?!

La damisela en no apuros enunció aquellas enfurecidas palabras como muestra de agradecimiento, pero realmente no me importaron. Me dediqué a registrar todo lo que el maleante había dejado atrás en su huída. Nada de valor, realmente. En una esperanza vana, tuve la esperanza de encontrar algo que nos aclarara el misterio de las criaturas que nos atacaron. Tal vez acamparan juntos, o trabajaran del mismo bando.

Perdidas mis esperanzas, emprendimos el camino en silencio de regreso a la posada. Allí nos esperaba una sorpresa desagradable, pero no menos que lo vivido en unas escasas horas.

2 de mayo de 2010

Haciendo amigos. Un encuentro divino.

- ¡Hey, señor, no se marche. Aún no nos ha dado tiempo a presentarnos!

No lo entiendo, ¿cómo podía correr tanto? Eran unos seres muy extraños, misteriosos, siseantes, ocultos tras capuchas...peligrosos. Uno se había convertido en piedra al ser atravesado por la espada de uno de los gerreros que había allí. Muy misterioso...y peligroso. Pero...misterioso, ¿eh?



¡Seguro que no eran humanos!



-¡Señor!- le llamé la atención a la figura maleducada que se marchaba por el bosque mientras le daba tironcitos en algunas tiras de ropa.



El señor se dió la vuelta y siseó algo. Miró de un lado a otro hasta mirar al suelo, donde unos ojillos extraños parpadearon expectantes.

-¡Hola, señor! ¡Quería preguntarle sobre su persona! ¿Es usted humano? ¡Oh, perdón! ¿Dónde están mis modales?- le lancé una mano para estrechar la suya- Mi nombre es Arlie y soy un...¡Hey, cuidado con ese saludo, casi me hace daño! ¡Por el amor de los Dioses Verdaderos, menuda uñas, córteselas antes de que alguien le vea!

Después de unos breves minutos comencé a sospechar de que ese hombre extraño quizás no quería saludarme. ¿Acaso intentaba matarme? Bueno, eso explicaría el combate de antes. Decidí subirme a un árbol y charlar con él hasta que se le bajaran los humos. El hombre extraño comenzó a arañar frustrado las corteza del árbol. Creo que quería cazarme desde hace unos minutos y resoplaba cansado.

- Bueno, señor, ¿me va a decir como se llama? ¿Y si tiro de esa venda que tiene en la cara? ¡Uy, se enfadó! ¡Lo siento señor!



Volvió a sisear enfadado quitándose mis manos de encima de las vendas de su rostro oculto. No entendía ni jota, pero esas vendas ocultaban un rostro muy peculiar. ¡Y yo iba a averiguarlo! Bueno, no. Advierto a mi queridísimo lector anónimo que no lo consigo, pero no se frustre, la historia sigue. Ante todo hay que mantener la verdad al lector.

El hombre de la capucha se fue, bajé del árbol y le seguí. Intenté mantener conversación, esta vez se dió la vuelta y me arañó mi cuerpecillo de kender.



- ¡Hey! ¡Casi me da! ¡Cáspita, estoy sangrando!- el hombre se quedó mirándome, atónito, aunque no sé por qué - Vale, veo que se quiere despedir, pero no lo haga con esas prisas.

El encapuchado empezó a mover sus brazos de arriba a abajo con sus garras en el aire, me aparté para no entorpecer su despedida, pasó rozándome. Moví frenéticamente mis brazos de arriba a abajo, supongo que sería un saludo de su cultura, y yo, ante todo, soy educado.

-¡Hasta luego señor!


El encapuchado se puso cabizbajo, abatido, se dió la vuelta y comenzó a andar por el camino hasta perderse en el bosque. Creo que estaba frustrado con algo...¿Pero con qué? Quizás sería que no conocía mi idioma y no sabía comunicarse conmigo. Aunque en su cultura debían quedar pocos, el arañazo que me hizo seguía sangrando. Me quedé mirando por qué parte de la herida la sangre era más rojiza y dónde era más oscura. Decidí que debía volver, el caballero Alian necesitaba mi ayuda, seguro. Heché a andar viéndome la herida.

Mientras volvía vislumbré al caballero al final del sendero.

- ¿Arlie? ¿Qué te han hecho? ¡Estás herido!

- ¡El señor caballero Alian! ¡Ah! ¿esto? ¡Tranquilo, solo fue un saludo mal practicado!

- Fueron los encapuchados, extrañas...criaturas.- dijo mientras arrancaba un buen trozo de la tela de su ropa. Se quedó hecha jirones y me vendó la herida como pudo.

- ¡Vaya, gracias!

Nos quedamos un rato mirando curiosamente (al menos yo) como las vendas se soltaban solas y amenazaban con caerse. La herida seguía sangrando. De repente nos percatamos de una ancianita que andaba lentamente por el camino del bosque. Nos miramos, la miramos, nos miramos, la miramos y nos volvimos a mirar. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Alian se acercó a la anciana (al fin y al cabo era un caballero) e intentó ayudarla.

-¿Necesita ayuda?

La anciana miró ausente al suelo, sonriente.

-No, gracias, mis están esperando. Mis hijos ¿sabe? ¿Serían tan amables de decirme donde está Solace?
-Claro, está por allí.- dijo el caballero señalando el sendero por el que iba.

-Gracias.- dijo sonriente la abuelita.
De repente, mis heridas mejoraron, me sentía curado. Un aura de pureza y curación emanaba de la ancianita y no nos pasó desapercibido a ninguno de los dos. Le pegué un codazo a Alian.
-¡Alian, mis heridas han mejorado! ¡Y mucho!- comencé a hablarle como si ella no escuchara nada, pero la verdad es que ella seguía nuestro coloquio con interés y amabilidad ante tal extraña pareja. Pero seguía andando lentamente cerca nuestra.
- ¿Crees que es una curandera? Esas heridas han sanado mucho- observó el caballero- Es imposible que sea un clérigo...ya no quedan, creo.
-Y si fuera, ¡Mishakal! ¿Te imaginas?
-¿Un dios? ¿Aquí?
Descubrimos que la anciana seguía mirándonos. Su sonrisa se ensanchó enormemente haciéndose tierna al escuchar el nombre de la diosa de la curación. Nos miraba como si la hubieramos llamado. Nos quedamos pasmados ante la idea de estar ante un dios.
- Muchas gracias. Nos vemos. - la ancianita se fué, y el aura de curación y pureza con ella. Pero mis heridas quedaron sanadas.
-¡Alian!, ¿has notado eso? Era Mishakal, ¡¿verdad que sí?! ¡¿Verdad que sí?!
Él había notado esa presencia, esa mirada de sabiduría. Mis heridas habían sanado en su presencia. Se limitó a sonreír. Había algo dentro de nosotros que nos decía a gritos que habíamos estado ante uno de los Dioses Verdaderos.

11 de abril de 2010

A salvo el honor

Seguía vivo gracias a aquel kender, y no podía hacer otra cosa que acercarme para agradecérselo. Lo que más curioso resultó fue su extraña reacción ante mi acercamiento: se cruzó de brazos y desvió la vista con aire ofendido. No sabía si reírme o hacer otra cosa distinta, pero solo se me ocurrió preguntar:

- ¿Que te ocurre?

Transcurrieron tan solo unos segundos hasta que me respondió:

- Se supone que sois un caballero, ¿que ha ocurrido con vuestros modales?

Reí con ganas ante aquella mordaz respuesta, y extendí gustoso la mano para decir:

- Mi nombre es Alian Brightsun.

Una corta pausa.

- ¡Yo me llamo Arlie! - la sonrisa volvió a florecer en sus labios, viva - Menudo combate, ¿eh? ¡Ha sido impresionante! Creo que lo llamaré La Justa del caballero S...

Dejé de escuchar debido al dolor y al escuchar los gemidos de mi principal contrincante. Tendido en el suelo, empezaba a despertar. Yo había resuelto la afrenta de la muchacha, había restablecido su honor. Pero ahora era decisión suya que hacer con él. Podía dejarlo morir o con vida. Al fin y al cabo, había perdido el honor. Su vida podía significar bien poco.

Alzé el cuerpo semi inerte, con la ayuda de Arlie, y lo llevamos ante la joven ofendida. Al ver nuestro estado, faltaron pocos momentos para romper a llorar. Pero se tragó las lágrimas y nos atendió a ambos como pudo. No olvidaré su gentileza y su entereza.

Mientras vendaban mis heridas, observé la posada y pude entonces percibir la ausencia de los dos guerreros con los que había compartido mesa. Quise entonces no poder escuchar nunca más. Un aullido, grito o exhalación de la garganta de un ser desconocido llegó a mis oídos desde el exterior. Me estremecí por completo, y mi interior se debatía. Quería dejarme vencer por el miedo.

Pero nos aventuramos. Arlie y yo nos atrevimos a traspasar el umbral de la posada y observar la batalla que se desarrollaba allí. Ambos guerreros luchaban con tesón, por sus vidas. Y sus contrincantes parecían ser los dueños de aquellas estridentes voces. No podía dudar, o el miedo me haría retroceder. Una leve reverencia a un enemigo que me daba la espalda, y cargué contra ellos. Lances de espada al vacio. Mi aparición parecía inútil salvo por el hecho de servir como distracción, hasta que llegó el punto en el que se detuvieron.

Escuché siseos y palabras ininteligibles desde las capuchas y vendas con las que se cubrían aquellos peligrosos individuos. Se retiraron ignorando mis esfuerzos por acabar con, al menos, uno de ellos. Desaparecieron en el bosque, tras lo cual pude ver como había caído Sheleanort, el semielfo. Yacía inmóvil y cubierto de heridas. Su compañero también estaba herido, con su espada incrustada en un ¿cadáver? Aquel cuerpo muerto permanecía inmóvil y erguido, como una estatua de piedra.

"Oh Paladine, ¿qué clase de criaturas son estas?"

Miré a mi alrededor, como acto instintivo, y solo alcancé a ver, entre la bruma del bosque, como Arlie iniciaba una persecución hacia aquellas criaturas. Solo pude gritar su nombre.

6 de abril de 2010

... Gracias

"Que el valor guíe mi mano, que el temple domine mi mente y mi espada imparta justicia"

No podía fallar. En ello me jugaba el honor, y la pérdida de este es igual a la muerte.

Salimos presurosos al exterior de la posada, pues allí resolveríamos toda la afrenta. Ellos eran tres, y yo tan solo uno. Pensé que sería suficiente. No presté demasiada atención, pero escuché levemente los pasos del kender detrás de nuestra procesión guerrera. Seguramente su curiosidad le obligaría a actuar como espectador.

Desenfundé mi espada, y me encomendé a Paladine. Dos frente a mí, uno de ellos mi verdadero objetivo. El restante, permanecía a mi costado, presto a tantear.

Reverencia. Ataque. Esquive. En cadena.

Tras mi reverencia, mi primer oponente, el ofensor de la dama, se abalanzó sobre mí. Con mi espada finté para esquivar su ataque de lleno. Quise aprovechar su guardia baja, pero su impulso fue suficiente para escapar de mi tajo. Un par de lances declararon nuestras habilidades en tablas, pues ninguno acertabamos a herir.
Uno de sus compañeros, que permanecía a mis espaldas, se lanzó sobre mí con aire traidor. Su espada fue certera y mi espalda recibió la herida. Victorioso se creyó, hasta que recibió en su mandíbula el golpe de mi empuñadura. Aquello bastó para tumbarle y dejarle incosciente.

Respiré profundo y miré al cielo un instante.

"Ayúdame, Paladine... no quiero morir"

Primera reacción de mi mente fue avergonzarme de aquel pensamiento, pero no podía negar las súplicas que dictaba mi aliento de vida.

Fueron segundos los que se llevaron esos pensamientos, pues enseguida regresé a la batalla.

Lanzé mi espada en un medio giro, pues uno de mis enemigos volvía a atacarme desde la espalda. No pude guiarme siquiera en aquel ataque, pero de su pecho brotó la sangre. Cayó al suelo, lamentándose y gimiendo de dolor. Lo contemplé durante unos instantes, para después abalanzarme sobre aquel malnacido que atormentaba a la joven. Podía cumplir mi palabra. La muchacha volvería a dormir tranquila y mi honor quedaría impune.

Como lanzas, nos mostramos mutuamente la punta de nuestras espadas. Aquello era vencer o morir.
Ignoro exactamente lo que pasó, salvó que mi espada había hendido en su cuerpo. Lo había herido de gravedad, y cayó inerte. Aquello había acabado.
Me derrumbé por fin, sintiendo intensamente el dolor de mis heridas y magulladuras. Escuché entonces un pequeño grito cerca de mí. Alcancé a ver tan solo como la cabeza de aquel hombre al que dejé incosciente caía de nuevo sobre el suelo. Y Arlie permanecía justo al lado, sosteniendo su jupak como si fuera el más inocente sobre todo Ansalon.

Tuve que reírme. Para él, todo aquello sería como un juego. Pero me había salvado.
Aunque todavía permanecía allí el herido que aún estaba consciente, no se veía con mucho ánimo luchador. Sus movimientos pertenecian a un escapista, un escapista muy veloz.

- ¡Que los dioses te guarden si vuelvo a verte aparecer! ¡¡Corre!! - le grité como último ataque. Y éste se apremió en obedecer, gracias a Paladine.

Me volví hacia Arlie, que rebuscaba entre los bolsillos del caído.

- Gracias, Arlie.

2 de abril de 2010

La justa del caballero Sin Nombre.

¡Vaya, al final me aceptaron para la misión, aunque no se por qué les cuesta tanto aceptar a un kender! Lo mejor que les pueden pasar a unos viajeros es encontrarse con un kender en sus caminos, se molestan por nada en fin...

¡Una misión! ¡Una misión! Debíamos escoltar algo, ¿pero qué? ¡Un arca de oro! ¡No, mejor! ¡A una princesa que se dirige presta a su reino lejano!
-Dime una cosa...kender- ¿kender? ¿acaso debería llamar a la gente por el nombre de su raza? ¿Y si fuera la manera más educada? - Si te salvo la vida, ¿qué me darías?

¿Qué? Uno de los guerreros que iban a participar en la misión me preguntó sin previo aviso esto. La verdad es que no entendí la pregunta, pero tenía pinta de ser alguien extraño...¡y eso me intriga!
-¡Pues te daría las gracias! O como mucho tendrías mi lealtad de kender.
No pareció muy contento, volvió a sus pensamientos y me dejaron entrar en el grupo.
¡Bah! Lo mejor que puedes tener en tu vida es la lealtad de un kender. Él se lo pierde. Mi anterior emisor se retiró y pidió ron. Ron... ¿que era eso? Debía probarlo. Todos me miraron boquiabiertos cuando lo pedí y se echaban las manos a la cabeza en cuanto me lo bebí de un trago. Quemaba, y mucho.



¡Por todos lo Dioses! De repente, ¡un gigante había cogido la posada y le estaba dando vueltas estando llena de gente!


Aunque, por mucho que me esforcé, no veía la mano del gigante por la ventana, solo veía el suelo. Lástima...


¡Ya sé! ¡Tuvo que ser aquella cosa que bebí! ¡Aquello que llaman...ron! ¡Debe ser un alucinógeno extraño! ¡Incluso una poción mágica! Es posible, de repente me sentía realmente activo. Pero la posada seguía dando vueltas y nadie parecía darse cuenta.
-¡No se está quieto!
-¡Que alguien lo ate de pies y manos!
-¡Hey, esa cosa es mía, maldito kender!
-¡Atadlo, atadlo!


¡De repente me sentí atrapado! ¡Pero la posada seguía dando vueltas y vueltas! ¡Magia! Los rostros pasaban una y otra vez y solo reconocía al caballero sin nombre, con el que sabía que acababa de hablar, pero no recordaba el qué. Bah, seguro que estaba ansioso por escuchar mis historias. Intenté levantarme, pero no se como, una cuerda me atrapaba a una silla. ¿Sería prisionero del gigante? La verdad es que se estaba haciendo pesado con las vueltas, y ya no solo eso, ya me hacía ver doble. ¡Cáspita! Parecia que hubiera un ejército en el interior de la posada. De repente me encontré increíblemente mal.
-¡Será asqueroso!
-¡Esa cosa ha vomitado!
-¡Que alguien eche a ese monstruo de aquí!

A pesar de que escuchaba eso, no me encontré con ningún monstruo asqueroso, y no creo que se refiriesen a mí, ¡con lo educado que soy, por todas mis barbas! Diría un enano. Uff, de repente me encontraba vació, sin náuseas...¡me encontraba increíblemente bien! El caballero me desató, ya que la casa había dejado de dar vueltas. El gigante se habría marchado.



¿Y ahora qué?

¡Ah, por fin una cara conocida! Ahí seguía la del caballero sin nombre, ofreciendome una jarra con algo que no identificaba que era...¡Quizás la poción que hizo huir al gigante! Miré el interior de la taza...¿qué era eso? Olía de forma peculiar, quizás no era un brebaje mágico:

- ¿Qué diantres es esto, agua sucia? - le dije todavía mareado por culpa del gigante que le daba vueltas a todo.
- Si, es agua sucia - respondió el caballero con un poco de impaciencia - ¡Bébetelo!
- ¡Fantástico! ¡Nunca había probado el agua sucia de esta región! Aunque realmente no sé en que puede diferenciarse del resto...

Intenté concentrarme y ponerme serio. Pero nada, ¡que no había manera! Aquella agua sucia (con perdón del posadero, si está leyendo las líneas de un servidor) me sentó más o menos bien, pero sabía a rayos. Aunque... ¿cómo deberían saber los rayos...?

El caballero habló con su amada, la camarera (la ligera de cascos), los otros dos guerreros que iban a acompañarnos en la misión de escolta (de la cual no me enteré de mucho) y charlaban muy poco animados...lo cual no me llamó mucho la atención, la verdad; la otra chica tampoco parecía querer hablar. De repente me encontré al caballero hablando con un tipo que no presentaba demasiado buen aspecto. No parecía que acabaran de hacer migas. El ruido de la taberna me impidía seguir la historia del caballero. ¡No debía perder el hilo argumental! ¡Sería catastrófico para seguir tejiendo la historia del futuro caballero! Quise acercarme, pero el taburete se volvió contra mí, ¡había crecido y me retenía preso en las alturas! Sería dificil bajar sin tirar la silla, al menos, ya no estaba atado. Miré a mi alrededor la anterior amada del caballero miraba angustiada. ¡Quizás se pelean por su amor! Seguro que ella espera que el caballero salga victorioso de la justa porque si no...debía irse con el otro, que tenía un aspecto lamentable. Salieron por la puerta...unos matones escoltaron al desalmado que pretendía quitarle la dama al caballero. Fuera iban a librar una justa...¡y yo no me la iba a perder por nada del mundo!

Reflexiones

Quise matar el tiempo lo suficiente como para que Arlie recuperara la sobriedad. Un kender sobrio puede resultar cargante, pero, en nuestra situación, un kender borracho, podía resultar incluso peligroso. Intenté sonsacarle a mi amigo toda la información que pudiera poseer. Una parte de mí desconfiaba, pero la otra se inclinaba a confiar en él.

"¿Por qué iba a mentir acaso sobre la existencia de los Dioses Verdaderos?"

No encontré respuesta alguna a esto, por lo que decidí a partir de entonces ser muy cauto con la información que Arlie deseaba compartir. En algunos lugares, murmullos de su presencia pueden ser inocuos. En el resto, desconozco la reacción, y prefiero no arriesgarme.

Decidí volver a la taberna, donde quizás podría despejarle con una taza de café hirviendo. Pero lo que jamás podré olvidar, será la reacción de cuando lo alzé para llevarlo... Prefiero no mentarlo siquiera. Lo único bueno de aquella experiencia fue que expulsó gran parte del alcohol que había consumido. Cuando vió ante él aquel brebaje oscuro, me preguntó asqueado:

- ¿Qué diantres es esto, agua sucia? - todavía estaba borracho.
- Si, es agua sucia - respondí con hastío - ¡Bébetelo!
- ¡Fantástico! ¡Nunca había probado el agua sucia de esta región! Aunque realmente no sé en que puede diferenciarse del resto...

Me eché las manos a la cabeza, no quería escuchar más. Los enormes guerreros seguían en la barra, ocupados en compartir las grandes hazañas que en su día acontecieron, y de las que, por supuesto, ellos fueron héroes.

A menudo me resulta extraña, incluso ajena, la condición humana. Buscamos la gloria y el placer para el propio individuo. Ignoramos, a menudo adrede, que tenemos el poder para cambiar las cosas. Si tenemos el poder para alcanzar la gloria, ¿por qué no querer hacerla ajena? Miro a Arlie, con su curiosa manera de ser. Por su comportamiento me deja ver que su única ambición es conocerlo todo en este mundo. Y no deja de compartir sus conocimientos, no posee ningún sentimiento de avaricia...

Divagué demasiado en mis propios pensamientos, pero no lo suficiente como para captar las señas de mi conocida camarera. Le pedí una cerveza y acudió con gran prontitud. De sus labios se escaparon estas palabras temblorosas:

- ¿Ve aquella mesa, caballero? ¡Es él! Por favor, ayúdeme

Volví a atusarme el bigote, gesto incosciente de reflexión, y tragué un poco de mi cerveza.

Había llegado la ocasión de luchar por el bien ajeno, de luchar por el honor.

12 de marzo de 2010

Restos de fe

Los reunidos nos dispersamos en el amplio local. Los guerreros se llevaron al kender hacia la taberna, y este comenzó a emocionarse, con la simple perspectiva de poder saborear nuevos tipos de alcohol. Pienso en lo mal que puede asimilarlo un cuerpo tan pequeño...

Desvié mi mirada, y encontré a la hechicera aún en la mesa, cavilando. Pasaron escasos minutos hasta que se levantó y salió del local. Ignoraba su destino, pues en aquel momento me preocupaba el poco equilibrio que mostraba Arlie después del primer trago.

Me acerqué a ellos, observándolos con desconfianza. El kender farfullaba acerca del contenido de su copa. ¿Se quejaba sobre si ya no quedaba? Lo mismo daba.
- Caballeros... no creo que sea lo mejor...
- No os preocupéis, el kender sabe lo que se hace - carcajeó el guerrero desconocido número uno. - Acompañadme, voy a dar un paseo.

Acepté su invitación, así podría relajarme y despejarme un poco. Conversamos brevemente, acerca de los motivos que nos habían llevado hasta allí. Y también de los motivos que tal vez nos llevaran juntos en aquella misión de escolta.

Entretanto, la hechicera no se había alejado demasiado. Rondaba muy próxima a las monturas de los viajantes, entre ellas, la mía. Aquello me pareció divertido al principio. Se acercaba de las monturas, y se alejaba. Las rondaba. Se acercaba, y volvía a alejarse. Parecía muy abatida, dubitativa. Paladine perdone mi desconfianza, pero creía ver claras sus intenciones.
Se dirigió de manera distraída hacia el interior, momento que yo aproveché para comunicarle:

- Señorita, permitidme. Tocad a mi caballo y os enseñaré donde no debeis volver a tocar.

Su reacción fue de total ofensa, y entró airada a la posada. Y entonces fue cuando llegó la mayor sorpresa hasta entonces: el guerrero, con quién seguía charlando distraídamente, apartó su capucha para dejarme ver sus orejas levemente afiladas.

Semielfos. Kenders. Solo faltaba un verdadero elfo en esta inesperada aventura.

Volvimos a entrar, en mi desesperado deseo de asimilar la información.

- ... ¡Reorx! Allí está... en las profundidades de la tierra, amartilleandolo todo para crear este mundo... - fueron las primeras palabras que escuché.

Arlie vociferaba con toda la fuerza de sus pulmones el destino olvidado del viejo Reorx. ¡Ayúdame, Paladine! Lo tomé de inmediato para sacarlo de allí. Las palabras de los Dioses Verdaderos no son seguras ya en estos tiempos.

Bien alejados de la multitud, lo solté para comenzar mi interrogatorio.
-¿Qué es lo que sabes de Reorx? - inquirí con ansiedad
El tenía los ojos cerrados, no sabía si meditabundo o a punto de perder la conciencia se hallaba. Hasta que comenzó a hablar.
- ... Él sigue ahí... Sí... ¡No como dicen esos idiotas! Los Dioses Verdaderos... no nos abandonaron, ¡nosotros los abandonamos! - perdió el equilibrio levemente, y mientras trataba de recuperarlo: - ¡Como tú! Tu eres un caballero, ¡tienes que encontrar a Paladine!

Callé durante unos momentos, y le insté a guardar aquello como nuestro secreto. Cuando muestras cualquier entusiasmo por encontrar a los viejos dioses, parecen esfumarse como el humo.

"No sabes cuanta razón tienes, Arlie. Paladine no está tan lejos: está en nuestros corazones"

11 de marzo de 2010

Estableciendo objetivos

La joven que compareció en mi dormitorio durante escasos minutos veía en peligro su integridad por un indeseable. Imagino las noches que habrá podido permanecer en vela, inquieta por aquel despreciable ser. Debía ponerle remedio.

Aquella noche tenía poco, si no nada, más que aportar. No me restaba nada más que retirarme a descansar. O intentarlo, entre toda aquella tempestad.


El sol de aquella mañana había ahuyentado la tormenta de la noche anterior, pero quizás quedaran más truenos, y no precisamente en el cielo.
La posada servía el desayuno a los inquilinos, o al menos eso observaba desde la escalera. Cuando me dispuse a descender, sentí en mi espalda un pequeño choque que nada tenía que ver con mi armadura. Me volví para encontrar a Arlie, que, inmóvil, tan solo dirigió su mirada hacia mí, mezclando asombro y curiosidad. Sus palabras me hicieron volverme de nuevo.

Con un aire de misterio, me dijo:
- Necesito que me ocultes para evitar al cascarrabias del posadero.
Rebufé cansado, viendo que lo tendría pegado a mí hasta el momento de mi marcha.
- ... Porque tú eres un caballero, y ayudas a la gente. Como Paladine, ¿verdad?
Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar al nombre del dios al que todo el mundo cree muerto. ¿Conocería esta criatura al dios que aparecía en mis sueños infantiles, aquel a quién pretendía encomendar toda mi existencia? ¿Habitaría realmente en su corazón?

Intenté por todos los medios relajar mi asombro, comenzando por bajar las escaleras hacia la planta baja. Por desgracia, el posadero había omitido por completo el deseo de mi pequeño amigo Arlie.

- ¡Tú! Maldito kender, ¡creía haberte dicho que te alejaras de este lugar!

El vozarrón del posadero no dejaba escuchar las protestas o réplicas del mediano, así que intervine. Todavía no sé si me arrepiento de ello.
- El kender viene conmigo, yo respondo por él.

El posadero me miró con desconfianza, segundos que Arlie aprovechó para escaquearse hacia una de las mesas vacías. El asunto se solucionó, y paseé mi mirada por el lugar.

La joven hechicera, que aún rondaba por allí, trapicheaba en no quise saber que. También encontré a los dos guerreros que defendieron a la hechicera, que me invitaron a sentarme con ellos.

- Señor, acompañadnos si gustáis - me ofreció el de menor tamaño.

Se presentaron como Sheleanort y Axel, y mantuvimos una corta conversación.

Lo siguiente para nosotros fue ver aparecer a una pareja de nuevos viajeros, que sobresaltaron a toda la taberna con su sola presencia: a toda vista eran gentes de alta alcurnia.
Todos los asiduos a este lugar no aprenden la maldita lección: el grupúsculo ahora reunido no permitiría los excesos de confianza para con las damas. Pero no hizo falta nuestra intervención. Su acompañante protegió a su compañera.

No puedo recordar exactamente el origen de la conversación; lo que no puedo olvidar es que ahora, tanto los guerreros como el kender y mi persona, nos encontramos ante una misión que puede resultar peliaguda.

Los guerreros negocian, el kender quiere entrometerse sin cesar, y la distinguida pareja me utiliza como traductor a todos los reunidos. Me sorprende encontrar a hablantes de solámnico en esta tierra. Si realmente tenemos un hogar común, estamos realmente lejos de casa.

16 de febrero de 2010

Encantado, euh...¡Hey, no me habéis dicho vuestro nombre!

¡Jus! Desde tan cerca cada vez se hacía más probable que aquel mostacho estuviera pegado a un caballero de solamnia. ¿Pero que haría tan lejos de su hogar? ¿Estaría en alguna cruzada? ¿de misión? ¿buscando algo? ¡Ya sé! ¡Buscaba la lanza de Huma para acabar con un poderoso enemigo que mantenía a una bella damisela encerrada en lo alto de la más alta torre de un oscuro castillo custiodado por un poderose y maléfico dragón. ¡Como las historias de la abuelita! Solo hay una pega, que los dragones no existen. Ojalá no fueran cuentos para asustar a los niños ¡Como me gustaría ver todo un ejército de dragones surcar el cielo sobre mi copete! Ains...como hecho de menos a la abuelita, sé perfectamente lo que me hubiera contestado.
"Arlie, ten cuidado con lo que deseas, podría hacerse realidad" me diría pegándome una palmada en la nuca y luego añadiría por lo bajo para que no la escuchara: "Aunque tiene que ser algo realmente excitante", después agitaría la cabeza negativamente al notar que la seguía escuchando. Desde luego, ese no es un comentario que me echara para atrás, sino que me llevó a desearlo con más fuerza si cabe.


En fin, a lo que iba, el caballero: bueno, no lo descarto, pero también es posible que le hubieran echado de casa sus papás. Muy glorioso no era su aspecto, la verdad. O también pudiera ser que le invitaran a marcharse siempre a la ciudad más próxima, como a un servidor. El caso era, que esa capa raída no podía ocultar esa armadura. El señor caballero me miraba con los ojos totalmente abiertos, esperando una reacción por mi parte con un guantelete llevado a la barbilla. ¡Cáspita! Casi se me olvidaba hablar.
-Mi nombre es Arlie-expliqué tendiendo mi poderosa mano de kender y mostrando la mejor de mis sonrisas-.Eso que llevas puesto es una armadura, ¿me equivoco?
¡Claro que no me equivocaba! He visto demasiadas armaduras, ya sean de guardias, soldados, alguaciles, sargentos, centinelas y de algún que otro alferez. Solo era una pregunta de cortesía.
- ¿Una armadura de caballero? - volví a inquirir - Porque eres un caballero, ¿me equivoco?
¡No pude esperar la respuesta!¡Tenía que salir de dudas ya!
-¡Sois un caballero!
Las jarras dejaron de chocar, los pulsos se dejaron a media fuerza, y las risas, los voceríos y la música cesaron a la par. La tensión inundaba la atmósfera. Supongo que era cuestión de tiempo que la gente se levantara a trompicones y se pelearan por conocer a un mismísmo caballero de Solamnia. Pero nadie dijo, ni hizo nada. Las miradas volvieron a las jarras y la música volvió a sonar, pero había un poco de fastidio en el aire.
¿Acaso había dicho algo malo? Imposible.
Me fijé en el caballero, estaba tan blanco como Solinari en creciente. Desviaba la mirada y murmuró:
-Aún no.



...




¡INTERESANTÍSIMO!

Podía estar ante un posible nuevo Huma. Un guerrero sin título, pero todo un caballero de corazón. Defensor de los débiles, victorioso campeón de gestas, firme contra las injusticias, siempre orando a la amada y a su dios Paladine: ¡todo un caballero andante!
¡Necesitaría mi ayuda! Necesita que alguien le busque su linaje noble en el árbol genealógico, necesitaría saber dónde pone los pies, necesitaría que alguien contase pareados de sus gestas... ¡conocería a Paladine!
Por último y más importante: necesitaría una brillante inteligencia como la mía, siendo modestos, claro.
¡Que orgullosa estará la abuelita Storyteller cuando vuelva todo hecho un hombrecito y mis historias dupliquen las suyas! Y eso sin mencionar el hecho de que encontraría a Paladine, dios de la Luz. Podría convencerle de que me presente a sus colegas dioses, a Thakisis, por ejemplo.

Una muchacha que pasaba con una bandeja clavada en su cadera no paraba de mirar al caballero. No paraba de morderse el labio, pero al final se decidió a acercarse, yo miraba al caballero de arriba abajo. Le examinaba, no parecía tener una gran historia, pero, aparte de que no hay que fiarse de las apariencias, su historia acababa de comenzar.

- Perdonadme, señor... ¿es cierto que sois caballero? - apenas se atrevía a mirarlo, él la observaba, intentando averiguar sus intenciones.
Parecía cortada, ¿estaba sonrojada? no lo sé. ¡Por Reorx! ¡La amada ya estaba aquí!
- ¿Por qué lo preguntáis? - le respondió el caballero, yo giraba mi cabeza y observaba a quién hablaba, como mero espectador de un deporte, no quería perderme ni un gesto, ni un detalle.
- Veréis... si es cierto que sois caballero, necesito vuestra ayuda. Os lo ruego....

¡Una dama en apuros! Bueno, no había ningún dragón guardián por ahí, pero algo era algo.

- De acuerdo, habladme de vuestro problema.
- Reuníos conmigo en vuestra habitación, os esperaré allí dentro de unos momentos - antes de que se retirara, murmuró: - ... Gracias

¡Un segundo! ¿En su habitación? A lo mejor no estaba en apuros si no que...¡Estaba prendida del caballero desde que atravesó las orladas y firmes puertas de la magnífica y poderosa estancia para viajeros de Haven!
Demasiado maquillada (que no inventada) la historia, pero me gusta.
Aunque...la damisela era un poco ligera de cascos, también muy descarada. Pero...¿quién era yo para juzgar a los personajes de esta historia de amor?
¡Un momento! ¿Los caballeros mantenían votos de castidad? Debía averiguarlo. Di un salto hasta el punto de tener todo mi cuerpo de cintura para arriba sobre la mesa, acercando mi cara a la del caballero en actitud confidencial.
-Ummh...¿los caballeros tenéis voto de castidad?
Si antes estaba pálido, ahora estaba muerto.
¡¿No estaría ante un caballero condenado a muerte por amor que había vuelto de ultratumba para que sea correspondido?!
¡Dios mío! ¡Esto cada vez es más interesante!
-¡¿Qué?!-fue lo único que pudo articular el caballero.
La idea del caballero muerto maldito era plausible, pero no debía lanzarme, no era posible que me hubiera equivocado, pero debía ser educado.
- Señor, ¡no debéis desaprovechar esta oportunidad! ¡Esa joven está enamorada! ... A no ser que... No mantendréis voto de castidad, ¿verdad?¡Ah, pero no sois caballero aún!-le di un codazo-debéis aprovechar y daros una última alegría al cuerpo.

Se levantó resoplando y se fue. Debía tener ganas de irse con esa señorita porque subió rapidamente las escaleras que daban a los dormitorios.
Miré mi pinta y mi estofado de patatas. La historia del caballero prometía, y mucho.

Pero...¿el caballero me había dicho su nombre?

¡Hey!



15 de febrero de 2010

Encantado, Arlie

- Mi nombre es Arlie - sonrisa feliz - Eso que llevas ahí es una armadura, ¿verdad?

Mire a ese kender con mirada desquiciada, tan desquiciada como la suya. Asentí con gesto cansado, sin saber por que lo hacía.

- ¿Una armadura de caballero? - volvió a inquirir - Porque eres un caballero, ¿me equivoco?

Desvié la mirada, y en un gesto totalmente incauto, respondí a media voz:

- Aún no.

La Fortuna en mi contra quiso que a mi lado pasara una de las jóvenes que trabajaban en la taberna. Su gesto fue bastante notable cuando escuchó mis palabras: se detuvo en seco para asimilar esa información.
El kender seguía atosigandome a preguntas, más con la mirada que con su incontinencia verbal. Mientras, la joven se acercaba a nosotros para tomar nuestros respectivos brebajes.

- Perdonadme, señor... ¿es cierto que sois caballero? - apenas se atrevía a mirarme, mientras que yo estaba deseoso de observar sus ojos para descubrir sus motivos.
- ¿Por qué lo preguntáis? - le respondí.
- Veréis... si es cierto que sois caballero, necesito vuestra ayuda. Os lo ruego....

El tono de su voz resaltaba más su necesidad que sus mismas palabras.

- De acuerdo, habladme de vuestro problema.
- Reuníos conmigo en vuestra habitación, os esperaré allí dentro de unos momentos - antes de que se retirara, murmuró: - ... Gracias

Mi primer impulso fue sumirme en mis pensamientos, pero tan solo fue posible durante unos pocos segundos. El kender, que resultaba impune a todo método de ocultación y secretismo, había seguido nuestra conversación. Recordando, notaba de reojo los movimientos de su cabeza: se asemejaba a un espectador de juegos de críos. Siguiendo los movimientos, de un lado a otro, como si fuera la pelota de juegos.

Aquel brillo había reaparecido en su mirada.

- Señor, ¡no debéis desaprovechar esta oportunidad! ¡Esa joven está enamorada! - enunciaba exaltado.

Ni siquiera puedo imaginarme mi gesto de incredulidad al escucharle.

- ... A no ser que... - Arlie se acercó a mi en un intento de confidencialidad - No mantendréis voto de castidad, ¿verdad?

Aquello fue el colmo. Me levanté resoplando, cansado de tantas emociones de vez. Tratar con un kender resulta agotador, pero me guardé de ofenderle más todavía. Tenía un compromiso, aunque desconocía de que se trataba.

Subí las escaleras para encontrarme con ella. Y la sorpresa que me llevaría no sería poca.

Aquel que no respeta las normas de respeto, hacia cualquier tipo de ser, no lo merece de ninguno de los modos

10 de febrero de 2010

La pista de Paladine


¡Buaf! ¡Menuda lluvia! ¡Es maravillosa! ¡Nunca me había calado una lluvia tan helada como la de esa noche! Aún así, tampoco era plan acaparar toda la lluvia para mí, sería una descortesía por mi parte. ¿Qué es eso? ¡Música! La inconfundible música de una cálida y bienvenida taberna. Mis pies lo pedían a gritos, así que decidí pasar la noche en esa taberna de paso a Haven, no sin dejar algún charco sin chapotear en mi camino. Llegué alegremente hasta tener mis ojos a la altura del pomo de la puerta. La música se escuchaba ahogada desde el interior por una serie de instrumentos de percusión que iban totalmente a destiempo, sonaban como tortas y puñetazos, pero debía ser el estilo musical y particular de Haven. ¡Qué cosa más peculiar!
Golpeé en la puerta a pesar de ser una taberna abierta, después de todo, soy un ser educado y no se sabe nunca si interrumpes nada importante. Los golpes de percusión seguían sonando, incluso hacían música haciendo romper botellas de vidrio, y algún que otro grito de ¿dolor? Náah, debía ser un cantor borracho de taberna.
Abrí la puerta y el calor del lugar me llegó, bueno, más bien el calor de una pelea bestial. ¡No eran instrumentos de percusión! ¡Eran puñetazos, tortas, guantazos, soplamocos, mojicones, trompadas, mamporros, galletas, trompazos, bofetones, moquetes y sopapos por doquier!

Suspiré...¡Era la típica pelea de taberna!¡Qué recuerdos! Y encima...¡No la había provocado yo! La noche prometía.
Observé la pelea hasta que comencé a ver golpes muy duros y a una señorita asustada bajo una de las mesas. Decidí llegar a la barra y acabar con aquello, pero...¡solo mido 120 centímetros! Aquello era un mar de hebillas de cinturones y barrigas cerveceras. Tendría que parar la pelea ahí mismo usando la jupak.
¡¿Qué?! ¿Qué no sabeis lo que es una jupak? ¿Pero en qué mundo vivís, querido lector? Os lo explicaré de una manera que hasta un ogro lo entienda,¡sin animos de ofender a los lectores ogros!

Veréis, la jupak es un gran invento que solo se nos podría apropiar a nuestra magnífica raza. Es una vara que consiste en estar rematada por una pieza de cobre que acababa en punta afilada y el extremo superior se bifurca la vara en dos, sosteniendo una honda de cuero, que al moverla de determinada manera, hace un ruido maravilloso. Aunque también he de decir que a otras razas les parece literalmente "un lastimero y horripilante aullido".
¡Las nuevas sendas requieren una jupak! Qué gran verdad.

En fin, era el momento de hacer sonar la jupak. El silbido de mi instrumento se hizo estruendoso y no tuvieron más remedio que dejar la pelea para ver que demonios estaba pasando. Sus caras al verme fueron de total...¿horror? No, debían ser imaginaciones mías. La pelea acabó y los nobles borrachines se invitaron a rondas de cerveza después de las tortas y a tocar música ya más suavecita. Pero hasta que no se sentaran todos no vería la barra. Me acerqué a una hebilla de cuero negro y tiré de los pantalones que pertenecían a un orondo señor.
-Señor, ¿me permite?-la cara de mi receptor se crispó y echó mano a sus sacos y pertenencias-¿Podría decirme dónde se encuentra la barra?
-Claro...-dijo el receptor entornando los ojos.-Esta...¡Fuera! En la calle.
-¡Cáspita! ¡Una barra que se encuentra fuera de la posada!¡Haven tiene que ser muy peculiar!¡Gracias señor!-dije brincando hacia la puerta.

Salí, seguía lloviendo. La puerta se cerró tras mi espalda, y escuché el sonido inconfundible de una puerta cerrándose con llave. Bueno, daba igual, la barra estaba fuera.
No soy de juramentos, porque no es de muy buena educación jurar a las bravas, pero os juro que busqué la dichosa barra en la calle. ¡Ni siquiera un elfo la habría encontrado un día soleado! Hasta miré debajo de una solitaria roca. Nada.
¡Claro! ¡Qué estúpido por mi parte! ¡La barra no está fuera porque está lloviendo! Debieron haberla metido dentro de la posada para que no se mojase, sería una pena que se estropease y tuvieran que gastar dinero para comprar otra. Tenía que entrar y avisar al amable señor de que no había barra fuera, vaya que quisiese tomar algo y cogiese un resfriado. Intenté volver a la taberna ¡Cachis! Cerraron la puerta, cierto... No importa, tengo un juego de ganzúas que me regalaron al cumplir mi mayoría de edad. Un momentito y...¡voilá!

Ahora sí estaba todo en calma, incluso se veía la taberna entera, ya que estaban todos sentados, ¡allí estaba la barra! Me dirigí alegremente hacia ella y de un espectacular salto de kender me subí en un alto taburete. El tabernero limpiaba en círculos una jarra con un trapo y me miraba como si hubiera mirado un fantasma. Me llevé una gran desolusión, no encontré ningún fantasma detrás de mí.
-Saludos tabernero. Póngame una finta y un plato típico de Haven.
Ante mí apareció una finta y un plato de estofado de patatas.
"Eso es típico...pero no de Haven, si no de cualquier taberna"
Encima me quería cobrar de más, debía haberse equivocado, pero bueno, como no me gustan las disputas...

-Le doy este medallón a cambio de la comida.
La camarera que pasaba por allí cerca se sobresaltó.
-¡Ese medallón es mio!
-¿Sí? Pues deberías tener más cuidado de dejar las cosas por ahí. Si no fuera por mí, lo habrías perdido.

La gente echa de menos las cosas cuando las pierde, y claro, si un servidor las recoge, se mosquean. La gente no hay quien entienda a los humanos. Pagué aquella comida y fui a sentarme. No parecía haber mucho sitio, además la gente no parecía muy amistosa. Había un hombre con una capa raída, armadura abollada...¡Un mostacho enorme!
¡Era inconfudiblemente un caballero! ¿De Solamnia? Algo así, un día tendré que pasarme por allí.
El caso es que...podría ser una pista.


La pista de Paladine...

9 de febrero de 2010

Nuevos viajeros

El silencio se hacía abrumador, y la espera para que la hechicera guardara su arma y volviera a su sitio se hizo eterna. Aún se tardaron varios minutos en que volviera el bullicio natural. Entretanto, dos nuevos viajeros se agregaron a la clientela de la ya atestada taberna, aunque apenas les presté atención. Hasta más tarde.

Los dos nuevos viajeros, fornidos y aguerridos a primera vista, cometieron el mismo error que yo: la damisela hechicera volvía a pasearse entre los borrachos del local, exponiendose a nuevos abusos de confianza.

- ¿Estáis seguro de que la dama quiere acompañaros? - inquirió uno de los guerreros.
- ¡Meteos en vuestros asuntos! Es mi hermana, ¿cierto? -respondía con sorna el que mantenía entre sus garras a la hechicera - ¿Qué mejor para estar que la familia?

Tras unos pocos lances de malas palabras, la lluvia de golpes no tardó en caer. No solo los nuevos agresores y viajeros, sino la taberna al completo. Todo por aquella mujer. Empezaba a creer del todo la mala fama que tiene la magia.

"Que Paladine nos proteja" pensé abrumado.

Avergonzado de mi mismo, reconozco que yo también me esmeré en hacer sangrar a mis oponentes. Todo era un caos a nuestro alrededor, inclusive la maldita puerta de entrada. Para mi asombro momentáneo, ninguna criatura, visible a mis ojos, entró cuando se abrió la puerta. ¿Qué demonios llevaba mi cerveza?

Algunos golpes castigaron mi mandíbula, y en el momento justo en el que parecían olvidarse de mí, recordé a la joven hechicera. La encontré escondida bajo una de las mesas, y opuso grande resistencia cuando la saqué de allí.

Para colmo de males, un terrible aullido de origen desconocido irrumpió en todo el lugar, deteniéndo casi por completo aquella pelea de todos contra todos. Lo único que restaba de aquello era que los borrachos desfallecieran ante los golpes. Por fin, cuando se cansaron de aquel jaleo, alzaron sus copas para brindar e invitar a aquellos desgraciados a los que quizás habían arrancado algún que otro diente.

Me senté de nuevo en mi lugar, viendo como la hechicera volvía a entrar y aquellos dos aguerridos caballeros buscaban su lugar. Aquella noche se hacía agotadora, y deseaba que acabara de una bendita vez.

- Señor, ¿me permite? - escuché preguntar a una voz a la que no encontraba dueño - ¿Podría decirme dónde se encuentra la barra?
- Claro... - contestaba el tabernero a aquella voz - Está... ¡Fuera! En la calle.
- ¡Cáspita! ¡Una barra que se encuentra fuera de la posada! ¡Haven tiene que ser muy peculiar¡ ¡Gracias, señor!

Mis ojos se abrieron de par en par al descubrir a un kender hablando con el tabernero. A la vez que abría los ojos por la sorpresa, la acción instintiva de todos aquellos que detectaron su presencia fue cerrar fuertemente sus bolsillos y anudar bien sus sacos.

El kender salió buscando aquello que le indicó aquel tipo. De veras que jamás entenderé a estas criaturas tan peculiares. Tan inocentes y a la vez tan pícaras en sus travesuras. Lo siguiente fue que mi mente sufrío una especie de aturdimiento hasta que me percaté de que el mediano recién llegado se sentaba frente a mí. Yo era el "elegido" para pasar con él lo que quedaba de noche hasta que me retirara a mi dormitorio. Detecté un brillo especial en su mirada, a la vez excitada y esperanzada.

"Paladine, ¡dame fuerzas!"

Siguiendo la pista de un Dios.


¡Por fin! ¡Haven! ¡Qué alegría para mis enormes y peludos pies! Ojalá no haya tenido que dejar al pobre Trotacolinas con los enanos. Fueron bastante amable por su parte dejarme el mismísimo pony del mismísimo capitán Breakstars ¡Un héroe de guerra de la mismísma guerra de los enanos! Aunque...no parecen tener mucha memoria esos enanos, casi ninguno (excepto curiosamente su vendedor) de ellos no conocían a ese tal capitán Breakstars. Supongo que son tan duros de mollera como me imaginaba ¡Fascinante! Aunque ahora que lo pienso, según lo que dijo el vendedor,ese pony...¡¡Debe tener cientos de años!!
¡Cáspita! Debía haber pagado el doble a ese generoso vendedor enano. Me ayudaron mucho, incluso me pegaron una patada en el culo para que llegase más rápido a Haven.

En realidad no sé qué espero encontrar en Haven, pero un sendero nuevo, es un sendero nuevo. Y aún no he encontrado ni rastro de otros Dioses Verdaderos. Se lo han montado bastante bien esos señores, señoras y señoritas divinidades para que nadie los encuentren. El conocimiento de la existencia del dios Reorx me llevó hasta los enanos de las montañas. Se ve que no había nadie en casa, porque no me abrieron las puertas de sus murallas, debían estar de vacaciones, o durmiendo la siesta. Después sí que estuve un tiempo entre los enanos de las colinas, no me dijeron nada claro de donde podía estar Reorx, aunque algunos coincidían que si un kender lo estaba buscando, estaba lejos, muy lejos de donde me encontraba en ese momento.
Alguno que otro señalaba al cielo estrellado, no me dijeron dónde podía estar...¡pero sí que me contaron una fantástica historia! Reorx tenía su propia forja en el cielo estrellado, una estrella roja y solitaria, y a veces, bajo nuestro suelo, sigue forjando el mundo a martillazos.

¡Por Reorx! ¿A qué es genial? Este tipo de historias y anécdotas que me contaba hace tiempo mi abuelita Storyteller en Kendermore son las que me llevó a buscar a los Dioses Verdaderos: Paladine, el dios de la Luz; La Reina de la Oscuridad, que a veces se presenta como un dragón de cinco cabezas dicen...¡Cinco cabezas!¿A qué es maravilloso?
Algunos se rieron con mi abuelita, ¿o de ella?no, debía de ser con ella...el caso es que no creían sus historias de Dioses Verdaderos. Todos decían que nos abandonaron...pero mi abuelita piensa que fue al revés. Nosotros abandonamos a los Dioses...¡Qué historia tan buena! ¡Aún puedo estar a tiempo a pertenecer a ella y que mi nombre aparezca escrito en un rinconcito de el gran libro del mundo!
El caso es que la gente (ya sean kender o algún humano con jaqueca) no estaban de acuerdo con la abuelita Storyteller, ¡y par mí la abuelita es casi hasta mejor que el tío Saltatrampas, fíjate lo que te digo! Tengo que demostrar que ella tiene razón. En cuanto cumplí la mayoría de edad y me regalaron mi primer juego de ganzúas, partí de Kendermore, como todo hijo de vecino kender a ver aquél maravilloso mundo que había que ver hasta el más ínfimo rincón. Decidí buscar a esos Dioses de luz y oscuridad, otros grises, esos que la abuelita Storyteller llamaba Dioses Verdaderos.
No son como esos dioses nuevos que hay ahora, aunque la verdad es que no los conozco a ninguno personalmente ¡Aunque estaría encantado por conocer a un Dios Nuevo, no digo que no! Pero creo que son un poco tímidos, no se dejan ver. Aunque los Verdaderos tampoco es que sean muy fiesteros.

Estuve un tiempo siguiendo la pista de Reorx, y he conocido mucho sobre él gracias a los enanos. Descubrí que en Haven hay una especie de Buscadores de dioses...¡Como yo!¿No es genial? Y ya que me pillaba cerca, y que me gasté casi todo mi dinero en alquilar al pony Trotacolinas, pues ¿Por qué no?

Todas las rutas deben ser recorridas. Allí puede que encuentre la pista de otro dios, Paladine, quizás. Esto seguro de que será una gran aventura digna de contar.

8 de febrero de 2010

Un encuentro mágico


Aquella noche parecía que todas las criaturas del cielo, divinas o demoníacas, lloraran por todos los males de este mundo. Mi pobre montura sufría abatida todos los obstáculos del camino, pero no pensaba martirizarla más.
La música alegre llegaba lejana a mis oídos, prometiendome un poco de descanso y un poco de agua. Mi camino se había hecho largo. Acostumbrado a las pocas comodidades que me permitía mi rango, lanzarse al camino a caballo y espada se antojaba a todos una auténtica locura. Pero seguía sin hacerseme cómodo las miradas extrañadas ante mi corpulenta figura y mi capa ajada.

Parecía un pequeño pueblo, por lo poco que pude ver, y bastante concurrido. Gran decisión: no había quién se atreviera a salir más tarde a mi llegada. Suponía un suicidio.

Los que serían mis compañeros de salón aquella noche concurrían y maldecían a aquella mala noche.

- ¡Mal rayo parta al que se le ocurrió cantar y provocar noche tan aciaga!
- ¡Pregúntale a Akel! Tan feliz y canturreando siempre... ¡algún día tenía que caer esta tempestad!

Oculté mi media sonrisa a medias penas, mientras buscaba alguna mesa libre en la que reposar por fin. Encontré un lugar en el que podía sentirme a gusto, alejado de todo aquel escándalo. Pero una figura que parecía más veloz que el rayo se me adelanto.
Un gruñido hosco me sirvió como invitación para desaparecer de ese lugar, así que no tarde en irme. No buscaba problemas, tan solo serían un estorbo en mi viaje.

Observaba todo aquello con la mayor tranquilidad. No podría moverme en bastante tiempo. Pero todo aquello tendría su punto de emoción cuando llegó aquella muchacha. Su capa estaba igual de empapada que la mía, solo que destacaba por su fuerte color púrpura. Se descubrió, y cuando dejó caer sus primeras palabras con el tabernero, comenzaron las burlas.

No solo había atraído mi atención. Me acompañaban en ella unos caballeros de aquellos a los que la sociedad debiera tener amaestrados hasta poderse comportar como verdaderos humanos. Sus voces de por sí ya eran estridentes, y me hervía la sangre cuando osaron tocarla.

Asiéndola de la cintura, decía con burlesca:

- ¡Acércate, preciosa! ¿Qué hacías tan lejos de aquí?

Sus compañeros reían aquella fanfarronada, mientras que ella intentaba zafarse.

- ¡Suéltame!
- ¡Vamos, no te hagas de rogar!

No quise soportalo más. Me acerqué con vigor, cortando a medias sus risas.

- Creo que la señorita quiere que la dejen en paz - dije con rabia contenida mientras me miraban con ojos sorprendidos, debido a su borrachera.

- Vamos, ¡no seais así! Ella quiere, ¿verdad?

La mirada de aquella joven fue suficiente respuesta, obviamente, ignorada. Siguieron con su juego hasta que la muchacha decidió acabar: de su túnica tomó una varita de magia que empuñaba con decisión.

El silencio se hizo en la taberna. Todos volvimos a nuestras respectivas jarras, un servidor incluido. Todo aquello que fuera magia era temido, pues la magia no provenía ya de los dioses.

Para todo Ansalon, ellos nos habían abandonado.

Introtius


En ocasiones el camino se hace realmente largo, pero no debemos dejar que nuestra voluntad flojee o se quiebre. Tenía una misión muy importante, aunque no estuviera totalmente definida: debía cumplirla para la honra de lo que alguna vez fue y quiero creer que sigue siendo. Poco me importaba a la hora de partir si caía en el camino; tal vez podía servir como instrumento para que los verdaderos elegidos pudieran encontrar el Camino.

Es todo aquello que da sentido a nuestra vida, por lo que luchamos cada día. Porque en el interior de todos nosotros, incluso en el corazón de los incrédulos, brilla la Luz.

La Verdadera Luz, aquella que guía nuestros pasos hacia los Dioses Verdaderos.

Permíteme, oh, Paladine, ser merecedor para encontrarte e inclinarme ante tu divinidad.

6 de febrero de 2010