13 de mayo de 2010

Hacia Solace

Desperté de golpe, sobresaltado por un mal presagio. Una mala sensación llenaba mi mente de malos augurios sobre el día que se iniciaba con el amanecer. Alcé mi súplica a Paladine, para que me diera fuerzas, pero aquel aliento divino se vio ligeramente aplastado por las duras palabras del posadero.

"No somos bien recibidos aquí, ¿no es eso? ¡Pues al menos está mañana tendréis mi presencia impuesta!" gruñí mentalmente.

Inmerso en estos pensamientos, me crucé de brazos mientras miraba al techo de mi habitación. No se me ocurría otra forma de desahogar mi frustración. Fue entonces cuando Arlie entró en la habitación, forzando la puerta innecesariamente, por lo que deduje que era una manía kender. Se acercó a mi cama y me miro cuan largo era sobre ella con mirada extrañada.

- ¿Qué haces todavía en la cama?

Bufé y me levanté. Se acabó la pequeña rabieta infantil. Mientras terminaba de colocarme mis pertrechos y el peto de la armadura, observé por la ventana la nevada que caía en el exterior. De ahí el intenso frío. Arlie y yo bajamos hacia el salón para tomar desayuno, además requería reunirme con los que se habían convertido de un modo tan repentino en nuestros compañeros de viaje.

Sharon ya estaba en pie, y nos reunimos en la misma mesa. Arlie comenzó a jugar con los cubiertos, como si se le hubiera ocurrido algo genial. Después de concebir su genialidad, me tendió un pequeño anillo más cubierto de óxido que de su metal original.

- ¡Debeis pedirle matrimonio a la joven que os pretende! ¡Este anillo os servirá, es especial porque está oxidado - exclamó entusiasmado. Lo tomé lentamente, incrédulo, tras lo cual le prometí que lo utilizaría para tal fin.

Más tarde, bajó Axel, el guerrero que permanecía en pie. Una vez reunidos todos, comencé a hablar:

- Bien... ya que decidimos viajar juntos, creo que deberíamos ponernos de acuerdo en la hora de partir. ¿Alguien conoce el estado del otro guerrero, Sheleanort?
- ... ¡Oh! La joven que atiende la posada me dijo que lo mantenían en una habitación especial, para su recuperación - había respondido después de una pausa, incomprensible, como si estuviera ausente - Y también me dijo, espero no herir tu sensibilidad, que él era el mas guapo. ¡Lo prefiere a él en vez de a ti!

Aquellas palabras bastaron para que Arlie y Sharon se enzarzaron en una discusión sobre el grado de decencia de la muchacha, el cual tendía, según ellos, hacia niveles bastante bajos. Me cubrí la cara con las manos, no sabía si reír o llorar.

- Yo en vuestro lugar no le propondría matrimonio visto lo visto... - sentenció el kender. Al menos me salvaría de sus constantes invitaciones a que abandonara la soltería.

Decidimos pues marchar, todos hacia un destino común: Solace. Sheleanort permanecería en la posada, recuperándose de sus heridas. Pagamos su ocupación y la atención médica, esperando que tuviera mayor suerte en el futuro.
Tomamos de las riendas nuestros caballos y comenzamos a caminar sobre el bosque nevado. Los caminos tenían buena fama de peligrosos, por lo que tomamos el bosque como camino, sin perder de vista las señales y los pasos de piedra. Una hora caminando y nos detuvimos alertados ante una poderosa voz que anunciaba:

- ¡ÁRBOL VA!

Esperamos a escuchar el estruendo del árbol caer, y miramos hacia el lugar señalado. Arlie advirtió ahí un foco de curiosidades y empezó a correr hacia el lugar, desoyendo todos nuestros gritos. Tal vez lo necesitara: la marcha empezaba a dejarlo alicaído. Para no perder a nuestro compañero, comenzamos a seguir sus huellas. La nieve dificulta la marcha.

Dragonlace ilustrated

Las aventuras de nuestra pequeña compañía van tomando un ritmo, y me agrada ver como se van desarrollando las cosas. Y por hacer algo divertido, quise empezar a ilustrar algunos de los grandes momentos de La Búsqueda de los Dioses Verdaderos.
Y aquí están:



La cortesía kender



El sueño de Sharon



Pintorescas presentaciones



Identidad al descubierto


Espero que disfrutárais del pequeño espectáculo. Aquel que quiera unirse, queda invitado. Resulta tan divertido como volver a jugar. Intentare tener pequeños dibujos para continuar ilustrando nuestra aventura. Y mientras tanto:

¡ADELANTE!

3 de mayo de 2010

Unificación

- Creo que estais... causando muchos problemas en la zona - habló el posadero con voz grave, su mirada era prudente - Los muchachos de aquí creemos que deberíais marcharos.

Me quede estupefacto. ¿Acaso tenían idea de lo que habíamos evitado ahí fuera?

- No somos responsables de los forajidos que llegan aquí creando problemas - respondí con tesón - Intentamos descansar para después partir.
- De igual modo, no sois bienvenidos aquí... - repuso el posadero.

Mensaje captado: debíamos marchar a otro lugar. Arlie estaba de acuerdo, pues estaba entusiasmado en seguir el camino que marcó la adorable anciana. Y también estaba entusiasmado contemplando algo que ocultaba en sus múltiples bolsillos, pero no quise preguntar. Arlie también había dedicado un tiempo a preguntar a la hechicera por alguno de sus trucos, pero ella negaba tener algún vínculo con la magia. Al final, mi amigo desistió

Los dos soldados aún se reponían de sus heridas, y la hechicera, tras su rescate y pequeño debate, se había acomodado para descansar. Mientras nosotros emprendimos el camino. Aunque era realmente tarde, no quería permanecer más tiempo allí. Arlie estaba un poco desilusionado, hasta que...

- Esta anocheciendo, no podremos seguir con esta oscuridad - dije al no poder divisar unos pocos pasos en mi camino
-¡Claro que si! - escuché a Arlie rebuscar entre sus bolsillos, con mil cachivaches con menor o mayor utilidad - ¡Mira! ¡Luz!

Alzó una pequeña vara que despedía luz de un extremo. Quedé sorprendido ante ese prodigio, pero reconocí en seguida la varita mágica de la hechicera. Conecté ideas y tuve que tomar cartas en el asunto.

- ¡Arlie! ¡Esa varita no es tuya! - le reprendí.
- ¿Qué? No es suya, ¡ella dice que no es una hechicera! - replicó con afán - Y si no hace magia, no la necesitará...

Tuve que reconocer la lógica de su argumento, y hasta estuve tentado en darle la razón, pero conseguí convercerle de volver y devolverle la varita a su dueña. El kender farfullaba molesto, pero encontró la solución.

- ¡Se la devolveré si ella me muestra un truco de magia! ¡Eso haré!

Reí y estuve de acuerdo. Cuando Arlie le mostró su varira a la hechicera, se mostró realmente sorprendida. Parecía no haberse percatado de su ausencia.

"Realmente hábil, este kender..." pensé.

Al final, mi amigo quedó engañado. El mismo truco que Arlie sabía hacer, es el que le fue mostrado. El pobre quedó desilusionado ante aquello, pero creo que quedó compensado. Hablamos con la hechicera, llamada Sharon, y acordamos continuar viaje juntos. No sabíamos hasta que punto seguiríamos unidos, pero es posible que Arlie viera satisfecha su curiosidad. Nos preparabamos para marchar hacia la oscuridad, una vez fuera de la posada, cuando Axel, aquel guerrero que cuidaba de su amigo, se nos acercó con tajantes y claras palabras.

- Mi amigo y yo iremos con vosotros.

Todos quedamos estupefactos durante unos instantes, hasta que una luz llamó nuestra atención. Arlie se había hecho de nuevo con la varita, y repetía el truco que había aprendido.

- ¡Tú eres capaz de algo mejor! - gritó Arlie hacia Sharon - ¡Sorpréndeme!

Sharon recuperó la varita refunfuñando, e iluminó la oscuridad del exterior con las luces del arcoiris. Aunque magia, seguía siendo muy hermoso. Arlie contemplaba el espectáculo realmente asombrado.

Aquello podía significar muchas cosas: seguridad en el camino, nuestro amigo kender con muchas distracciones y, ¿quién podía saber?, una compañía.

Al rescate

Aún sentía en mi interior la fuerza y el calor humano de aquella anciana, jamás podría olvidarlo. Pero debía abandonar aquella tranquilidad por un estado de alerta. Un grito nos llegó desde las profundidades de los bosques, y mi deber era socorrer a aquel que necesitara ayuda.

Arlie, ya sanado, siguió mis pasos allá por donde nos guiara la voz. No demasiado lejos, descubrimos un pequeño claro. Una pequeña fogata casi extinta, algunos pertrechos esparcidos y, por fin, nuestros objetivos. Reconocí a la hechicera, atada a un árbol en contra de su voluntad y aterrorizada. Tuve que retirar la vista desde mi escondite, la pobre muchacha estaba semi desnuda por aquel desalmado.

Arlie seguía a mi lado, esperando. Nos concentramos en el captor y trazamos un pequeño plan. Le indiqué por señas que rodeara el pequeño claro para atacarlo de distintos flancos. Preparé la señal para que se moviera, pero antes de que me percatara, el kender había desparecido. Apareció en el lugar acordado.

"Bendito sea el sigilo de esta criatura" pensé con aprobación.

Aquel desalmado captor reía con crueldad, ¿qué horribles torturas estaría planeando para su presa? Mi espada desenvainada, indiqué a Arlie de que actuara como distracción para soltar a la hechicera, o tal vez sorprenderlo con la guardia baja. Pero jamás atacar por la espalda.

Me disponía a entrar en acción, cuando para sorpresa de todos, escuchamos la voz estridente de Arlie, con toda la fuerza de sus pulmones:

- ¡¡Ejército de las Sombras, SALID!!

A pesar de saber quién emitía esas palabras, me consideré el más sorprendido ante aquella reacción. Arlie sacudía ramas y hojas, creando un ejército de las Sombras a gran velocidad. Para que tuviera éxito, imité sus acciones. Queríamos rodearlo y tal vez hacerlo huir.

No pudimos tener mejor resultado. Aquel hombre soltó su destartalada arma y salió huyendo con una velocidad pasmosa. Arlie reía, contento y divertido. Mientras, un servidor desataba a la dama en apuros, sin atreverme a alzar la mirada hasta que cubriera su cuerpo.

- Pero bueno, ¿se puede saber dónde estabais? ¡Llevo mucho tiempo desaparecida, ¿es que acaso nadie se percató de ello?!

La damisela en no apuros enunció aquellas enfurecidas palabras como muestra de agradecimiento, pero realmente no me importaron. Me dediqué a registrar todo lo que el maleante había dejado atrás en su huída. Nada de valor, realmente. En una esperanza vana, tuve la esperanza de encontrar algo que nos aclarara el misterio de las criaturas que nos atacaron. Tal vez acamparan juntos, o trabajaran del mismo bando.

Perdidas mis esperanzas, emprendimos el camino en silencio de regreso a la posada. Allí nos esperaba una sorpresa desagradable, pero no menos que lo vivido en unas escasas horas.

2 de mayo de 2010

Haciendo amigos. Un encuentro divino.

- ¡Hey, señor, no se marche. Aún no nos ha dado tiempo a presentarnos!

No lo entiendo, ¿cómo podía correr tanto? Eran unos seres muy extraños, misteriosos, siseantes, ocultos tras capuchas...peligrosos. Uno se había convertido en piedra al ser atravesado por la espada de uno de los gerreros que había allí. Muy misterioso...y peligroso. Pero...misterioso, ¿eh?



¡Seguro que no eran humanos!



-¡Señor!- le llamé la atención a la figura maleducada que se marchaba por el bosque mientras le daba tironcitos en algunas tiras de ropa.



El señor se dió la vuelta y siseó algo. Miró de un lado a otro hasta mirar al suelo, donde unos ojillos extraños parpadearon expectantes.

-¡Hola, señor! ¡Quería preguntarle sobre su persona! ¿Es usted humano? ¡Oh, perdón! ¿Dónde están mis modales?- le lancé una mano para estrechar la suya- Mi nombre es Arlie y soy un...¡Hey, cuidado con ese saludo, casi me hace daño! ¡Por el amor de los Dioses Verdaderos, menuda uñas, córteselas antes de que alguien le vea!

Después de unos breves minutos comencé a sospechar de que ese hombre extraño quizás no quería saludarme. ¿Acaso intentaba matarme? Bueno, eso explicaría el combate de antes. Decidí subirme a un árbol y charlar con él hasta que se le bajaran los humos. El hombre extraño comenzó a arañar frustrado las corteza del árbol. Creo que quería cazarme desde hace unos minutos y resoplaba cansado.

- Bueno, señor, ¿me va a decir como se llama? ¿Y si tiro de esa venda que tiene en la cara? ¡Uy, se enfadó! ¡Lo siento señor!



Volvió a sisear enfadado quitándose mis manos de encima de las vendas de su rostro oculto. No entendía ni jota, pero esas vendas ocultaban un rostro muy peculiar. ¡Y yo iba a averiguarlo! Bueno, no. Advierto a mi queridísimo lector anónimo que no lo consigo, pero no se frustre, la historia sigue. Ante todo hay que mantener la verdad al lector.

El hombre de la capucha se fue, bajé del árbol y le seguí. Intenté mantener conversación, esta vez se dió la vuelta y me arañó mi cuerpecillo de kender.



- ¡Hey! ¡Casi me da! ¡Cáspita, estoy sangrando!- el hombre se quedó mirándome, atónito, aunque no sé por qué - Vale, veo que se quiere despedir, pero no lo haga con esas prisas.

El encapuchado empezó a mover sus brazos de arriba a abajo con sus garras en el aire, me aparté para no entorpecer su despedida, pasó rozándome. Moví frenéticamente mis brazos de arriba a abajo, supongo que sería un saludo de su cultura, y yo, ante todo, soy educado.

-¡Hasta luego señor!


El encapuchado se puso cabizbajo, abatido, se dió la vuelta y comenzó a andar por el camino hasta perderse en el bosque. Creo que estaba frustrado con algo...¿Pero con qué? Quizás sería que no conocía mi idioma y no sabía comunicarse conmigo. Aunque en su cultura debían quedar pocos, el arañazo que me hizo seguía sangrando. Me quedé mirando por qué parte de la herida la sangre era más rojiza y dónde era más oscura. Decidí que debía volver, el caballero Alian necesitaba mi ayuda, seguro. Heché a andar viéndome la herida.

Mientras volvía vislumbré al caballero al final del sendero.

- ¿Arlie? ¿Qué te han hecho? ¡Estás herido!

- ¡El señor caballero Alian! ¡Ah! ¿esto? ¡Tranquilo, solo fue un saludo mal practicado!

- Fueron los encapuchados, extrañas...criaturas.- dijo mientras arrancaba un buen trozo de la tela de su ropa. Se quedó hecha jirones y me vendó la herida como pudo.

- ¡Vaya, gracias!

Nos quedamos un rato mirando curiosamente (al menos yo) como las vendas se soltaban solas y amenazaban con caerse. La herida seguía sangrando. De repente nos percatamos de una ancianita que andaba lentamente por el camino del bosque. Nos miramos, la miramos, nos miramos, la miramos y nos volvimos a mirar. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Alian se acercó a la anciana (al fin y al cabo era un caballero) e intentó ayudarla.

-¿Necesita ayuda?

La anciana miró ausente al suelo, sonriente.

-No, gracias, mis están esperando. Mis hijos ¿sabe? ¿Serían tan amables de decirme donde está Solace?
-Claro, está por allí.- dijo el caballero señalando el sendero por el que iba.

-Gracias.- dijo sonriente la abuelita.
De repente, mis heridas mejoraron, me sentía curado. Un aura de pureza y curación emanaba de la ancianita y no nos pasó desapercibido a ninguno de los dos. Le pegué un codazo a Alian.
-¡Alian, mis heridas han mejorado! ¡Y mucho!- comencé a hablarle como si ella no escuchara nada, pero la verdad es que ella seguía nuestro coloquio con interés y amabilidad ante tal extraña pareja. Pero seguía andando lentamente cerca nuestra.
- ¿Crees que es una curandera? Esas heridas han sanado mucho- observó el caballero- Es imposible que sea un clérigo...ya no quedan, creo.
-Y si fuera, ¡Mishakal! ¿Te imaginas?
-¿Un dios? ¿Aquí?
Descubrimos que la anciana seguía mirándonos. Su sonrisa se ensanchó enormemente haciéndose tierna al escuchar el nombre de la diosa de la curación. Nos miraba como si la hubieramos llamado. Nos quedamos pasmados ante la idea de estar ante un dios.
- Muchas gracias. Nos vemos. - la ancianita se fué, y el aura de curación y pureza con ella. Pero mis heridas quedaron sanadas.
-¡Alian!, ¿has notado eso? Era Mishakal, ¡¿verdad que sí?! ¡¿Verdad que sí?!
Él había notado esa presencia, esa mirada de sabiduría. Mis heridas habían sanado en su presencia. Se limitó a sonreír. Había algo dentro de nosotros que nos decía a gritos que habíamos estado ante uno de los Dioses Verdaderos.