3 de mayo de 2010

Unificación

- Creo que estais... causando muchos problemas en la zona - habló el posadero con voz grave, su mirada era prudente - Los muchachos de aquí creemos que deberíais marcharos.

Me quede estupefacto. ¿Acaso tenían idea de lo que habíamos evitado ahí fuera?

- No somos responsables de los forajidos que llegan aquí creando problemas - respondí con tesón - Intentamos descansar para después partir.
- De igual modo, no sois bienvenidos aquí... - repuso el posadero.

Mensaje captado: debíamos marchar a otro lugar. Arlie estaba de acuerdo, pues estaba entusiasmado en seguir el camino que marcó la adorable anciana. Y también estaba entusiasmado contemplando algo que ocultaba en sus múltiples bolsillos, pero no quise preguntar. Arlie también había dedicado un tiempo a preguntar a la hechicera por alguno de sus trucos, pero ella negaba tener algún vínculo con la magia. Al final, mi amigo desistió

Los dos soldados aún se reponían de sus heridas, y la hechicera, tras su rescate y pequeño debate, se había acomodado para descansar. Mientras nosotros emprendimos el camino. Aunque era realmente tarde, no quería permanecer más tiempo allí. Arlie estaba un poco desilusionado, hasta que...

- Esta anocheciendo, no podremos seguir con esta oscuridad - dije al no poder divisar unos pocos pasos en mi camino
-¡Claro que si! - escuché a Arlie rebuscar entre sus bolsillos, con mil cachivaches con menor o mayor utilidad - ¡Mira! ¡Luz!

Alzó una pequeña vara que despedía luz de un extremo. Quedé sorprendido ante ese prodigio, pero reconocí en seguida la varita mágica de la hechicera. Conecté ideas y tuve que tomar cartas en el asunto.

- ¡Arlie! ¡Esa varita no es tuya! - le reprendí.
- ¿Qué? No es suya, ¡ella dice que no es una hechicera! - replicó con afán - Y si no hace magia, no la necesitará...

Tuve que reconocer la lógica de su argumento, y hasta estuve tentado en darle la razón, pero conseguí convercerle de volver y devolverle la varita a su dueña. El kender farfullaba molesto, pero encontró la solución.

- ¡Se la devolveré si ella me muestra un truco de magia! ¡Eso haré!

Reí y estuve de acuerdo. Cuando Arlie le mostró su varira a la hechicera, se mostró realmente sorprendida. Parecía no haberse percatado de su ausencia.

"Realmente hábil, este kender..." pensé.

Al final, mi amigo quedó engañado. El mismo truco que Arlie sabía hacer, es el que le fue mostrado. El pobre quedó desilusionado ante aquello, pero creo que quedó compensado. Hablamos con la hechicera, llamada Sharon, y acordamos continuar viaje juntos. No sabíamos hasta que punto seguiríamos unidos, pero es posible que Arlie viera satisfecha su curiosidad. Nos preparabamos para marchar hacia la oscuridad, una vez fuera de la posada, cuando Axel, aquel guerrero que cuidaba de su amigo, se nos acercó con tajantes y claras palabras.

- Mi amigo y yo iremos con vosotros.

Todos quedamos estupefactos durante unos instantes, hasta que una luz llamó nuestra atención. Arlie se había hecho de nuevo con la varita, y repetía el truco que había aprendido.

- ¡Tú eres capaz de algo mejor! - gritó Arlie hacia Sharon - ¡Sorpréndeme!

Sharon recuperó la varita refunfuñando, e iluminó la oscuridad del exterior con las luces del arcoiris. Aunque magia, seguía siendo muy hermoso. Arlie contemplaba el espectáculo realmente asombrado.

Aquello podía significar muchas cosas: seguridad en el camino, nuestro amigo kender con muchas distracciones y, ¿quién podía saber?, una compañía.

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