9 de febrero de 2010

Nuevos viajeros

El silencio se hacía abrumador, y la espera para que la hechicera guardara su arma y volviera a su sitio se hizo eterna. Aún se tardaron varios minutos en que volviera el bullicio natural. Entretanto, dos nuevos viajeros se agregaron a la clientela de la ya atestada taberna, aunque apenas les presté atención. Hasta más tarde.

Los dos nuevos viajeros, fornidos y aguerridos a primera vista, cometieron el mismo error que yo: la damisela hechicera volvía a pasearse entre los borrachos del local, exponiendose a nuevos abusos de confianza.

- ¿Estáis seguro de que la dama quiere acompañaros? - inquirió uno de los guerreros.
- ¡Meteos en vuestros asuntos! Es mi hermana, ¿cierto? -respondía con sorna el que mantenía entre sus garras a la hechicera - ¿Qué mejor para estar que la familia?

Tras unos pocos lances de malas palabras, la lluvia de golpes no tardó en caer. No solo los nuevos agresores y viajeros, sino la taberna al completo. Todo por aquella mujer. Empezaba a creer del todo la mala fama que tiene la magia.

"Que Paladine nos proteja" pensé abrumado.

Avergonzado de mi mismo, reconozco que yo también me esmeré en hacer sangrar a mis oponentes. Todo era un caos a nuestro alrededor, inclusive la maldita puerta de entrada. Para mi asombro momentáneo, ninguna criatura, visible a mis ojos, entró cuando se abrió la puerta. ¿Qué demonios llevaba mi cerveza?

Algunos golpes castigaron mi mandíbula, y en el momento justo en el que parecían olvidarse de mí, recordé a la joven hechicera. La encontré escondida bajo una de las mesas, y opuso grande resistencia cuando la saqué de allí.

Para colmo de males, un terrible aullido de origen desconocido irrumpió en todo el lugar, deteniéndo casi por completo aquella pelea de todos contra todos. Lo único que restaba de aquello era que los borrachos desfallecieran ante los golpes. Por fin, cuando se cansaron de aquel jaleo, alzaron sus copas para brindar e invitar a aquellos desgraciados a los que quizás habían arrancado algún que otro diente.

Me senté de nuevo en mi lugar, viendo como la hechicera volvía a entrar y aquellos dos aguerridos caballeros buscaban su lugar. Aquella noche se hacía agotadora, y deseaba que acabara de una bendita vez.

- Señor, ¿me permite? - escuché preguntar a una voz a la que no encontraba dueño - ¿Podría decirme dónde se encuentra la barra?
- Claro... - contestaba el tabernero a aquella voz - Está... ¡Fuera! En la calle.
- ¡Cáspita! ¡Una barra que se encuentra fuera de la posada! ¡Haven tiene que ser muy peculiar¡ ¡Gracias, señor!

Mis ojos se abrieron de par en par al descubrir a un kender hablando con el tabernero. A la vez que abría los ojos por la sorpresa, la acción instintiva de todos aquellos que detectaron su presencia fue cerrar fuertemente sus bolsillos y anudar bien sus sacos.

El kender salió buscando aquello que le indicó aquel tipo. De veras que jamás entenderé a estas criaturas tan peculiares. Tan inocentes y a la vez tan pícaras en sus travesuras. Lo siguiente fue que mi mente sufrío una especie de aturdimiento hasta que me percaté de que el mediano recién llegado se sentaba frente a mí. Yo era el "elegido" para pasar con él lo que quedaba de noche hasta que me retirara a mi dormitorio. Detecté un brillo especial en su mirada, a la vez excitada y esperanzada.

"Paladine, ¡dame fuerzas!"

3 comentarios:

  1. Quizás me haya equivocado en el orden... Espero tu correción, Templarius

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  2. Está bien, pero no me queda muy claro como empieza la pelea, deberías describir más detalladamente cómo empieza la pelea.
    Además, debes tener en cuenta que salí a buscar la barra, y que me cerraron la puerta xD

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  3. La pelea se acaba creo cuando yo toco la Jupak

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