16 de febrero de 2010

Encantado, euh...¡Hey, no me habéis dicho vuestro nombre!

¡Jus! Desde tan cerca cada vez se hacía más probable que aquel mostacho estuviera pegado a un caballero de solamnia. ¿Pero que haría tan lejos de su hogar? ¿Estaría en alguna cruzada? ¿de misión? ¿buscando algo? ¡Ya sé! ¡Buscaba la lanza de Huma para acabar con un poderoso enemigo que mantenía a una bella damisela encerrada en lo alto de la más alta torre de un oscuro castillo custiodado por un poderose y maléfico dragón. ¡Como las historias de la abuelita! Solo hay una pega, que los dragones no existen. Ojalá no fueran cuentos para asustar a los niños ¡Como me gustaría ver todo un ejército de dragones surcar el cielo sobre mi copete! Ains...como hecho de menos a la abuelita, sé perfectamente lo que me hubiera contestado.
"Arlie, ten cuidado con lo que deseas, podría hacerse realidad" me diría pegándome una palmada en la nuca y luego añadiría por lo bajo para que no la escuchara: "Aunque tiene que ser algo realmente excitante", después agitaría la cabeza negativamente al notar que la seguía escuchando. Desde luego, ese no es un comentario que me echara para atrás, sino que me llevó a desearlo con más fuerza si cabe.


En fin, a lo que iba, el caballero: bueno, no lo descarto, pero también es posible que le hubieran echado de casa sus papás. Muy glorioso no era su aspecto, la verdad. O también pudiera ser que le invitaran a marcharse siempre a la ciudad más próxima, como a un servidor. El caso era, que esa capa raída no podía ocultar esa armadura. El señor caballero me miraba con los ojos totalmente abiertos, esperando una reacción por mi parte con un guantelete llevado a la barbilla. ¡Cáspita! Casi se me olvidaba hablar.
-Mi nombre es Arlie-expliqué tendiendo mi poderosa mano de kender y mostrando la mejor de mis sonrisas-.Eso que llevas puesto es una armadura, ¿me equivoco?
¡Claro que no me equivocaba! He visto demasiadas armaduras, ya sean de guardias, soldados, alguaciles, sargentos, centinelas y de algún que otro alferez. Solo era una pregunta de cortesía.
- ¿Una armadura de caballero? - volví a inquirir - Porque eres un caballero, ¿me equivoco?
¡No pude esperar la respuesta!¡Tenía que salir de dudas ya!
-¡Sois un caballero!
Las jarras dejaron de chocar, los pulsos se dejaron a media fuerza, y las risas, los voceríos y la música cesaron a la par. La tensión inundaba la atmósfera. Supongo que era cuestión de tiempo que la gente se levantara a trompicones y se pelearan por conocer a un mismísmo caballero de Solamnia. Pero nadie dijo, ni hizo nada. Las miradas volvieron a las jarras y la música volvió a sonar, pero había un poco de fastidio en el aire.
¿Acaso había dicho algo malo? Imposible.
Me fijé en el caballero, estaba tan blanco como Solinari en creciente. Desviaba la mirada y murmuró:
-Aún no.



...




¡INTERESANTÍSIMO!

Podía estar ante un posible nuevo Huma. Un guerrero sin título, pero todo un caballero de corazón. Defensor de los débiles, victorioso campeón de gestas, firme contra las injusticias, siempre orando a la amada y a su dios Paladine: ¡todo un caballero andante!
¡Necesitaría mi ayuda! Necesita que alguien le busque su linaje noble en el árbol genealógico, necesitaría saber dónde pone los pies, necesitaría que alguien contase pareados de sus gestas... ¡conocería a Paladine!
Por último y más importante: necesitaría una brillante inteligencia como la mía, siendo modestos, claro.
¡Que orgullosa estará la abuelita Storyteller cuando vuelva todo hecho un hombrecito y mis historias dupliquen las suyas! Y eso sin mencionar el hecho de que encontraría a Paladine, dios de la Luz. Podría convencerle de que me presente a sus colegas dioses, a Thakisis, por ejemplo.

Una muchacha que pasaba con una bandeja clavada en su cadera no paraba de mirar al caballero. No paraba de morderse el labio, pero al final se decidió a acercarse, yo miraba al caballero de arriba abajo. Le examinaba, no parecía tener una gran historia, pero, aparte de que no hay que fiarse de las apariencias, su historia acababa de comenzar.

- Perdonadme, señor... ¿es cierto que sois caballero? - apenas se atrevía a mirarlo, él la observaba, intentando averiguar sus intenciones.
Parecía cortada, ¿estaba sonrojada? no lo sé. ¡Por Reorx! ¡La amada ya estaba aquí!
- ¿Por qué lo preguntáis? - le respondió el caballero, yo giraba mi cabeza y observaba a quién hablaba, como mero espectador de un deporte, no quería perderme ni un gesto, ni un detalle.
- Veréis... si es cierto que sois caballero, necesito vuestra ayuda. Os lo ruego....

¡Una dama en apuros! Bueno, no había ningún dragón guardián por ahí, pero algo era algo.

- De acuerdo, habladme de vuestro problema.
- Reuníos conmigo en vuestra habitación, os esperaré allí dentro de unos momentos - antes de que se retirara, murmuró: - ... Gracias

¡Un segundo! ¿En su habitación? A lo mejor no estaba en apuros si no que...¡Estaba prendida del caballero desde que atravesó las orladas y firmes puertas de la magnífica y poderosa estancia para viajeros de Haven!
Demasiado maquillada (que no inventada) la historia, pero me gusta.
Aunque...la damisela era un poco ligera de cascos, también muy descarada. Pero...¿quién era yo para juzgar a los personajes de esta historia de amor?
¡Un momento! ¿Los caballeros mantenían votos de castidad? Debía averiguarlo. Di un salto hasta el punto de tener todo mi cuerpo de cintura para arriba sobre la mesa, acercando mi cara a la del caballero en actitud confidencial.
-Ummh...¿los caballeros tenéis voto de castidad?
Si antes estaba pálido, ahora estaba muerto.
¡¿No estaría ante un caballero condenado a muerte por amor que había vuelto de ultratumba para que sea correspondido?!
¡Dios mío! ¡Esto cada vez es más interesante!
-¡¿Qué?!-fue lo único que pudo articular el caballero.
La idea del caballero muerto maldito era plausible, pero no debía lanzarme, no era posible que me hubiera equivocado, pero debía ser educado.
- Señor, ¡no debéis desaprovechar esta oportunidad! ¡Esa joven está enamorada! ... A no ser que... No mantendréis voto de castidad, ¿verdad?¡Ah, pero no sois caballero aún!-le di un codazo-debéis aprovechar y daros una última alegría al cuerpo.

Se levantó resoplando y se fue. Debía tener ganas de irse con esa señorita porque subió rapidamente las escaleras que daban a los dormitorios.
Miré mi pinta y mi estofado de patatas. La historia del caballero prometía, y mucho.

Pero...¿el caballero me había dicho su nombre?

¡Hey!



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